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Orientación Universidad
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Estructura Libro "Algo va mal", Apuntes de Periodismo

Asignatura: Estructura y Sistema Mundial de la Informacion, Profesor: David Alvarez, Carrera: Periodismo, Universidad: UCM

Tipo: Apuntes

2013/2014

Subido el 03/06/2014

albertocronista
albertocronista 🇪🇸

3.9

(190)

24 documentos

Vista previa parcial del texto

¡Descarga Estructura Libro "Algo va mal" y más Apuntes en PDF de Periodismo solo en Docsity! 1 - Introducción. “Algo va mal” es un testamento político del autor, Tony Judt, donde analiza la construcción histórica de los Estados de Bienestar en su doble vertiente anglosajona (de herencia keynesiana y laborista) y europea continental (de herencia socialdemócrata) y defiende la tesis de que para un mundo mejor sólo es posible el capitalismo reformado o controlado por alguna de estas herencias en su versión seria, es decir, no en la versión de gente como, por ejemplo, Blair. El libro es un valiente manifiesto: una declaración de principios progresistas, vindicación de la legitimidad de los público y de lo universal como valores de la izquierda en una época en la que sólo lo privado y lo particular parece respetable, o peor aún, eficiente y moderno. Se trata de un llamamiento apasionado a resucitar en los jóvenes el compromiso político y las causas comunes. 2 - Recensión. Escrita en condiciones infaustas, el libro es una intentona desesperada y romántica para poner en su sito a aquellos que pretenden ponerle un candado a la historia. El historiador embiste contra nuestro tiempo, declarando de entrada que "hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy". Atenta contra las dos últimas décadas de paz económica del libre mercado, contra la obsesión por la creación de riqueza, contra el culto a la privatización y el sector privado. Su ensayo es una disconforme crítica al "consenso de Washington" en torno al neoliberalismo. Propone, una reivindicación de ciertas nociones básicas de las socialdemocracias y del Estado del Bienestar, aunque, claro, sin caer en una estéril nostalgia. En realidad, el texto está lleno de críticas a la izquierda y al socialismo, a su falta de relato e impotencia y, en última instancia, a su fracaso histórico. Como una metáfora de su propia lucha, el libro es un apasionado alegato a favor de lo público, del bienestar colectivo, amenazado por el individualismo mercantilista. Tras la catástrofe que fueron las dos Guerras Mundiales, Estados Unidos y Europa llegaron a un consenso: el Estado podía y debía intervenir “para compensar las insuficiencias del mercado”. Los actores de tal consenso no eran gente que hoy consideraríamos progresista sino hombres de instinto conservador y elitista como Keynes, Attlee, Roosevelt, De Gaulle que habían sentido un genuino horror ante la inestabilidad social provocada por las guerras, y que comprendieron que el mejor modo de cancelar la posibilidad de un retorno a ese infierno era reducir la desigualdad, el desempleo y la inflación al mismo tiempo que se mantenía un gran espacio para el mercado y las libertades públicas, todo ello bajo estricta regulación estatal. Durante los treinta años siguientes ese consenso se mantuvo: fueran demócratas o republicanos quienes gobernaran en Estados Unidos o quienes lo hicieran en los países de Europa, no hubo grandes disensiones: los Estados debían proveer infraestructuras, medios de transporte públicos, subsidios al desempleo, viviendas protegidas, sanidad subvencionada, acceso a la cultura, límites de precios y mecanismos de ascenso social a todos los ciudadanos. La fórmula funcionó, afirma Judt: en Estados Unidos y Gran Bretaña se redujo la brecha entre ricos y pobres, Alemania se levantó de dos derrotas en una sola generación, Francia vio cómo el empleo se volvía seguro y en el norte de Europa se forjaron sociedades muy estables. Pero ese consenso, prosigue, se rompió en el transcurso de una sola década, entre mediados de los sesenta y mediados de los setenta. Por un lado, los jóvenes de la Nueva Izquierda, con su confusa amalgama ideológica de maoísmo, libertad sexual, ecología y psicoanálisis, se hartaron del paternalismo del Estado, del bienestar adocenado, de los maestros autoritarios, y rompieron con la socialdemocracia. Era el 68 y sus aledaños. Por otro lado, en el extremo opuesto del arco, una parte de la derecha, llevada por las ideas de los pensadores austriacos, que tras su experiencia con el nazismo y el comunismo consideraban toda injerencia del Estado una pendiente hacia el totalitarismo vio en los subsidios una recompensa a la inactividad, en las empresas públicas un monumento a la ineficiencia, y en la burocracia una tortura. Era la grieta que dividiría la derecha entre conservadores y neoliberales. Separadas y unidas, la nueva izquierda y la nueva derecha acabaron con el orden de las cosas que se había mantenido desde la posguerra y alumbraron nuestro mundo. Por lo tanto hasta los años sesenta la sociedad del bienestar era incuestionable, incluso para la derecha democrática, a partir de los años setenta y sobre todo después de la caída del Muro de Berlín, la palabra dominante es menor intervención estatal, más privatizaciones y más mercado. Como decia Margaret Thatcher: “La sociedad no existe, sólo hay individuos y familias”. Los gobiernos ceden cada vez más sus responsabilidades a empresas privadas, que ofrecen administrarlas mejor que el Estado y con menores costes. Pero nos recuerda Judt que, como ya ocurrió en el siglo XVIII, al vaciar al Estado de competencias y de responsabilidades, se ha posición pública. Las fuentes intelectuales de lo que hoy se conoce como neoliberalismo proceden de la Escuela de Chicago, quienes beben de Hayek. “Pero ni siquiera a Hayek se le puede considerar responsable de las simplificaciones ideólogicas de sus acólitos. Como Keynes, consideraba la economía una ciencia interpretativa que no se presta a la predicción y la precisión”, señala el autor. De paso, Judt desmitifica la supuesta base liberal del capitalismo financiero. Dos de sus fundadores, Adam Smith o John Stuart Mill, ya alertaron del peligro del egoísmo y del individualismo como fundamentos del contrato social. Cuando se habla de menos Estado, en realidad se habla a menos servicios públicos y, en consecuencia, más desigualdad, menos oportunidades y más pobreza. Judt demuestra que tanto Thatcher, Reagan, Bush o Blair adelgazaron el Estado como proveedor de servicios, pero lo engordaron generosamente en su lado represivo. El autor lamenta de que frente a este ataque a lo público, gran parte de los intelectuales progresistas hayan retrocedido. Judt sugiere una y otra vez la "posibilidad y ventajas de la acción colectiva para el bien común", a sabiendas de que hay algo que se perdió. En el desmantelamiento de lo público y del Estado el autor intuye una paradoja saber, que este proceso económico de repliegue estatal lejos de conllevar a una disminución del poder del Estado y su capacidad de abusar del individuo, ha implicado su fortalecimiento. "La pérdida de un propósito social articulado a través de los servicios públicos en realidad aumenta los poderes de un Estado todopoderoso", escribe.
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