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Orientación Universidad
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práctica de anatomia, Ejercicios de Marketing

Asignatura: Anatomia, Profesor: jose antonio mac, Carrera: Marketing e Investigación de Mercados, Universidad: UMA

Tipo: Ejercicios

2016/2017

Subido el 24/05/2017

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¡Descarga práctica de anatomia y más Ejercicios en PDF de Marketing solo en Docsity! TEMA 2 La Segunda Industrialización en el Marco de la Primera Globalización: 1870-1913 Tema 2. La Segunda Industrialización en el Marco de la Primera Globalización: 1870-1913 Índice 2.1. Las diferencias con la primera industrialización 2.2. La revolución de los transportes 2.3. Las transformaciones en el comercio internacional. El nuevo marco de competencia de los productos agrarios e industriales 2.4. Las migraciones transoceánicas de trabajadores 2.5. La integración de los mercados internacionales de capital 2.5.1. El destino de las inversiones europeas 2.5.2. La inversión extranjera y el entorno institucional 2.5.3. Las inversiones directas y las primeras multinacionales 2.5.4. El apogeo del patrón oro 2.6. Las reacciones frente a la Globalización 2.6.1. La política proteccionista e industrialista 2.6.2. Las colonias y países dependientes 2.7. Las lentas mejoras del marco institucional 2.7.1. La extensión de los sistemas parlamentarios y la burocracia moderna 2.7.2. Los derechos de propiedad intelectual 2.7.3. El nuevo marco institucional de las empresas 2.7.4. El nuevo papel del Estado 2.8. El fracaso de España durante la Primera Globalización 2.8.1. La crisis agrícola, el proteccionismo y la emigración 2.8.2. Políticas presupuestarias y monetarias y el marco institucional 1658 8 8 1674 5785 213 75 16 6089 9162 667 193 49 10071 0 2000 4000 6000 8000 10000 12000 Carbón Petróleo Gas Natural Electricidad TOTAL 1870 1900 1913 Gráfico 2.1. Producción mundial de energía (millones de mgw/hora) Fuente: Cipolla, C.M. (2000), p.62 En las relaciones económicas internacionales fue una época de crecientes intercambios comer- ciales y de amplios flujos humanos (migraciones) y financieros que definieron la Primera Globali- zación y aumentaron la demanda y la capacidad productiva mundial. Esta es otra gran diferencia con la primera industrialización, que se realizó en unas condiciones internacionales propias del mercantilismo. A mediados del XIX comenzó, a instancias de Gran Bretaña, una época de libera- lización de la economía que dio lugar a un cierto librecambismo. Los tratados comerciales se ge- neralizaron a partir de 1860, cuando se firmó el primero entre Francia y Gran Bretaña, e hicieron posible, junto con el desarrollo de los transportes y las comunicaciones, el gran crecimiento del comercio mundial y la difusión de la industrialización. El resultado fue que se logró una creciente integración internacional de los mercados de productos y de factores de producción –capital y trabajo-, fenómeno que se mide por el acercamiento de los precios internacionales (convergen- cia), siendo éste un rasgo definitorio de la primera globalización. Esta primera mundialización se realizó bajo el dominio europeo, los cambios afectaron a más países y a más sectores siendo más globales, por lo que el crecimiento económico fue mayor 3 y más generalizado, aunque con ritmos diferenciados, lo que propició como resultado un incre- mento de las desigualdades en términos de renta. La primera globalización de la economía y el aumento de los flujos comerciales, humanos y de capitales, permitieron la convergencia de los precios de productos y factores (en menor medida del PIB per cápita) en las zonas más desarrolladas del planeta, la denominada economía atlánti- ca: Europa del norte, Estados Unidos, Australia, Canadá, Argentina. La convergencia no alcanzó a los países atrasados aunque se integraran en el comercio mundial. Caso especial es el de Áfri- ca: el reparto del continente entre las potencias europeas no conllevó un aumento del comercio. La integración de los mercados aceleró la especialización económica internacional, lo que impul- só el crecimiento, pero también provocó la reacción de los sectores más perjudicados, que pre- sionaron a sus gobiernos para que protegieran sus economías de la competencia exterior. Las tensiones entre las principales potencias industriales (Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Japón, Italia y Rusia), manifestadas en conflictos locales, finalmente desencadenarían la Primera Guerra Mundial después de una etapa de creciente militarización. 2.2. Proceso de convergencia y revolución de los transportes El período 1870-1913 se caracterizó por la intensificación de la convergencia de las economías atlánticas, causada por la integración de los mercados de productos y de factores (trabajo y capital), acompañada de un retroceso del librecambismo que se había extendido por iniciativa británica a partir de 1850. La convergencia se reflejó en la reducción de las diferencias de los precios agrarios e industriales entre América y Europa y, también, en la aproximación de los bajos salario europeos (Europa era abundante en factor trabajo) a los más elevados de América. Aunque no llegaron a igualarse, en 1913 la diferencia entre los salarios reales de Estados Unidos y Gran Bretaña era de un 70%, una diferencia que sin las fuertes migraciones hubiera sido mucho mayor. Con otras variables como el PIB per cápita o la producción por trabajador, también se observa una convergencia, pero más lenta. 4 1870 1913 Gran Bretaña 67 98 Italia 26 55 Francia 50 66 Alemania 60 94 EE.UU. 115 169 Argentina 61 92 Austraila 127 128 Cuadro 2.1. Salarios reales en Europa y América: 1870-1913 Gran Bretaña 1905 =100 Gráfico 2.2. Convergencia de los precios del trigo y la carne en los EE.UU y Gran Bretaña, 1865-1913 (en precios de 1913) Fuente: O´Rourke y Williamson (2006), p. 35. Fuente: Harley, C.K. (1992) 5 En cuanto al transporte marítimo, desde 1865 los buques de vapor monopolizaron el transporte de personas y mercancías valiosas. La navegación marítima se benefició de la competencia en- tre los barcos de vela (clippers) y los buques de vapor. Estos se impusieron por dos motivos: a) La apertura del canal de Suez en 1869, que acortó el trayecto desde Europa hasta Asia y Oceanía y restó importancia al factor viento; y b) las innovaciones industriales que permitieron, por ejem- plo, la sustitución de los cascos de madera por los de hierro o acero, el uso de hélices–más efi- cientes para la propulsión- y el desarrollo de motores más potentes. Estos adelantos aumentaron el espacio reservado a mercancías y pasajeros al reducir la carga de carbón porque su consumo era más eficiente. Finalmente innovaciones como la refrigeración permitieron desde la década de 1870 transportar carne y otros productos perecederos, abriendo a estos productos nuevos mercados antes inaccesibles. Las innovaciones redujeron los fletes trasatlánticos en un 45%. Gran Bretaña mantuvo el liderazgo en el transporte marítimo y en la industria de construcción naval. Las nuevas necesidades del transporte marítimo obligaron a los gobiernos a realizar fuer- tes inversiones en la adaptación y modernización de los puertos para acoger el nuevo modelo de tráfico (muelles más grandes y de mayor calado, grúas). La revolución de los transportes provocó alteraciones sustanciales en el comercio internacional. La reducción del coste del transporte permitió la especialización de las regiones y naciones en diferentes productos. 2.3. Las transformaciones en el comercio internacional. El nuevo marco de competen- cia de los productos agrarios e industriales El crecimiento del comercio internacional se situó por encima del incremento de la producción mundial. Además, la estructura geográfica del comercio mundial registró cambios destacados. Aunque Europa siguió constituyendo el principal origen y destino del tráfico comercial, a lo largo de estas décadas fue perdiendo importancia relativa frente a la cada vez mayor participación de Norteamérica y de América Latina. 8 Por otra parte, el desarrollo del comercio se vio acompañado de un avance en el proceso de especialización productiva a escala internacional. En este sentido, el comercio exterior en este período estuvo determinado por la dotación de los factores. Los países con abundante tierra ex- portan productos primarios, beneficiándose de las innovaciones tecnológicas (maquinaria, abo- nos químicos) y de la reducción de los costes de transporte, que facilitó la especialización. Los países con abundante capital exportan productos industriales, siendo la siderurgia el sector que más creció (bienes de equipo, medios de transporte, construcciones civiles), junto con aquellos en los que era importante la dotación de capital humano (como las industrias química y eléctrica). Las causas del auge del comercio internacional hay que buscarlas en el crecimiento de la po- blación y en la paulatina mejora del poder adquisitivo, que estimularon el incremento de la de- manda de alimentos, materias primas y manufacturas. Por otro lado, la puesta en explotación de grandes superficies de tierra en América, Asia y Oceanía y los hallazgos de nuevos yacimientos de minerales facilitó la mayor producción de bienes y alimentos. La reducción de los costes de transporte y la facilidad de los medios de pago (difusión del patrón oro) fueron otros factores determinantes. Durante este periodo se intensificó el proceso de urbanización por la emigración rural a las ciudades industriales y se profundizó en el proceso de cambio estructural. La estructura de la población activa evolucionó hacia una disminución del sector primario y un progresivo aumento del secundario (que a principios del siglo XX ya suponía un 43% de la ocupación en Alemania y un 30% en Francia). Con todo, antes de la I Guerra Mundial el medio rural seguía predominando en el mundo, con la única excepción de Gran Bretaña. Los cambios en la agricultura también fueron importantes, gracias al crecimiento de la produc- ción y de la productividad por el uso de maquinaria y abonos artificiales. En Europa se produjo “la gran depresión agraria” de 1877-1896, que castigó especialmente a los cereales, sobre todo al trigo, por la competencia de nuevos productores. Las exportaciones de países del Nuevo Mundo, de clima templado, invadieron el mercado europeo. Las praderas norteamericanas pro- ducían el trigo tan barato que podía venderse en Europa por debajo de los precios de produc- 9 ción europeos. En consecuencia los precios del trigo y su producción disminuyeron en Europa generando una depresión profunda en el sector agrario. El 80% de las importaciones europeas de trigo procedían de los Estados Unidos, que había ampliado notablemente su área productora agrícola y ganadera gracias a la colonización de los territorios del Oeste. La abundancia de re- cursos naturales y las posibilidades de exportación atrajeron grandes cantidades de trabajadores y de capitales europeos porque obtenían mayores salarios y más rendimientos. De hecho, los países de clima templado colonizados por europeos (Australia, Estados Unidos, Canadá) tenían las mayores rentas per cápita del mundo. Estas economías crecieron gracias a las exportaciones, pero sobre todo por el incremento de la demanda interior. Por otro lado, el comercio internacional de productos tropicales y de origen extraeuropeo (té, ca- cao, café, caucho, azúcar de caña, seda) también aumentó considerablemente en este periodo: en 1913 los alimentos y las materias primas suponían el 89% del total de las exportaciones de Asia, América Latina y Oceanía. Las exportaciones de estos productos, provenientes de Bra- sil, Méjico, India, China, Indonesia, Filipinas o Tailandia, apenas indujeron el crecimiento de las economías de estos países, que no convergieron con las más desarrolladas, porque representa- ban un porcentaje pequeño del PIB y por la baja productividad de esos sectores exportadores: ilimitada oferta de tierras y de trabajadores (emigraciones de chinos e indios), con el resultado de bajos salarios. Además, algunos de esos países exportadores se vieron perjudicados cuando los países europeos y de reciente colonización comenzaron a producir y exportar esos mismos productos o sus sustitutos artificiales: algunos países europeos subvencionaron el azúcar de remolacha (arruinó a Jamaica que lo sustituyó por plátanos); Estados Unidos fue el principal pro- ductor de algodón y tabaco; Japón también exportó seda y té; los tintes sintéticos colapsaron las exportaciones de índigo y otros colorantes de la India. El resultado fue que los países tropicales que se especializaron en productos agrarios vieron como sus exportaciones tendieron a dismi- nuir en un contexto de caída de precios. También cambiaron las ventajas comparativas de las manufacturas. En 1870 Gran Bretaña era el principal productor mundial de bienes industriales, pero en 1913 ya había sido sobrepasado por Estados Unidos y, en menor medida, por Alemania en los sectores característicos de la Segunda 10 las redes establecidas por los anteriores emigrantes que impulsaban una “emigración en cadena” al enviar información y proporcionar dinero y alojamiento a los recién llegados hasta que éstos encon- traban trabajo. Y, por supuesto, la demanda de factor trabajo generada por el crecimiento económico de los países del Nuevo Mundo. Los efectos de la industrialización fueron importantes ya que eran necesarios unos ingresos mínimos para afrontar el viaje, de ahí que en los países más atrasados, como los mediterráneos, la emigración fuese más tardía que la de los países del norte de Europa. También se produjeron movimientos migratorios en Asia, donde la emigración de chinos e indios fue cuantiosa pero temporal, contratados por compañías agrícolas, mineras y ferroviarias para tra- bajar en un régimen casi de servidumbre. En menor medida, los indios se dirigieron hacia Sudáfrica y los chinos y japoneses hacia América. Los emigrantes aumentaron la oferta de trabajo en los países receptores y equilibraron los salarios reales a ambos lados del Atlántico. Pero las restricciones a la inmigración se fueron imponiendo, primero en Estados Unidos y después en otros países desde 1880: a) se redujeron los subsi- dios a la inmigración; b) se exigieron contratos de trabajo; c) se prohibió la entrada de asiáticos (como ocurrió en Australia); d) se establecieron controles de alfabetización; y e) se establecieron cuotas a la inmigración. En general, se buscaba frenar la inmigración de trabajadores sin cualifi- car y potenciar la de mano de obra cualificada (la primera suponía un gasto en capital humano). Gráfico 2.3. Emigración por periodos (1821-1915) Fuente: Feliu, G. y Sudrià, C. (2007), p.224 1821-1850 1851-1880 1881-1915 Total Millones personas 3,4 8,1 32,1 43,6 0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 13 Origen Porcentajes Destino Porcentajes Europa Norte y Oeste 56,2 EE.UU. 61,8 Europa Sur y Este 43,8 Canadá 8,1 Gran Bretaña 36,9 Argentina 9,1 Alemania 11,2 Brasil 6,7 Italia 18,3 Australia 6,9 Otros 7,4 Cuadro 2.4. Origen y destino de la emigración europea (1821-1915) Fuente: Feliu, G. y Sudrià, C. (2007), p.224 2.5. La integración de los mercados internacionales de capital La confluencia de factores tecnológicos (disminución de fletes y seguros, rapidez y seguridad del transporte marítimo, difusión del telégrafo y, por tanto, de la información entre los centros financieros internacionales); monetarios (generalización del patrón oro, que disminuyó los ries- gos de las inversiones exteriores) y políticos (ausencia de guerras generalizadas, inexistencia de restricciones a los movimientos de capital), posibilitaron la integración internacional de los mercados de capitales. Entre 1870 y 1914 las inversiones exteriores crecieron de forma notable hasta multiplicarse por cinco. La industrialización de Europa generaba un elevado volumen de ahorro que buscaba la mejor remuneración por medio de la inversión exterior, acudiendo a los lugares donde la necesidad de capital aseguraba una mayor rentabilidad. 2.5.1. El destino de las inversiones europeas El capital procedía de Europa occidental: Reino Unido principalmente, pero también Francia y Alemania. Londres era el centro del mercado internacional de capitales. La transferencia de ca- pitales se justificaba por los mayores rendimientos que se obtenían en el extranjero por la alta demanda de inversión, exigida por los ingentes recursos empleados (tecnología y trabajo) en la explotación de nuevas tierras, como ocurrió en el caso de los Estados Unidos con la coloniza- 14 ción de la “frontera”. Entre 1870 y 1913 América del Norte y del Sur, Australia y Rusia recibieron casi el 68% de toda la inversión extranjera del Reino Unido, el 40% de la alemana y el 43% de la francesa. Los capitales europeos se dirigieron a países con abundantes recursos naturales y escasez de factor trabajo, y apenas afluyeron a las zonas más pobres de Europa, las colonias africanas y los países asiáticos, que tenían trabajo abundante y salarios bajos debido a la menor productividad de los trabajadores. En el caso de estos últimos hay que señalar las cuestiones culturales, los factores ambientales y el deficiente entorno institucional. En el caso europeo, las inversiones ex- tranjeras en los países escandinavos impulsaron su desarrollo y convergencia con las naciones industrializadas, mientras que países como Italia y España eran exportadores netos de capital, lo que contribuyó a su divergencia. La dependencia del capital exterior era muy alta entre los países receptores. Los flujos de capital se materializaron en inversiones en cartera (80%), es decir, en la compra de deuda emitida por instituciones públicas y empresas privadas. Los británicos adquirían acciones y, principalmente, bonos emitidos en la City londinense por emisores extranjeros, generalmente gobiernos. Estos fondos se destinaron a inversiones en capital social fijo: ferrocarriles (41% en 1913), puertos, servicios municipales y teléfonos. Las inversiones destinadas a actividades coloniales (caucho, té, café) fueron muy inferiores. 2.5.2. La inversión extranjera y el entorno institucional La inversión internacional acudía a los países con instituciones similares a las europeas porque previamente habían sido colonias suyas. En los restantes países los acreedores se encontraban con mayores riesgos y exigieron con frecuencia la intervención de los gobiernos europeos. En los casos de impago de deuda pública, lo más frecuente era cerrar las bolsas de valores de las metrópolis a la emisión y cotización de los títulos emitidos por países que incumplieran sus obligaciones financieras. A veces, los países acreedores impusieron a los países morosos una fiscalización internacional de sus haciendas públicas; se nombraron comisarios internacionales para la recaudación de ciertos impuestos (como pasó en las bancarrotas de Egipto, Turquía y 15 El patrón oro facilitó los movimientos internacionales de capital al reducir el riesgo de cambio y porque imponía rigurosas políticas fiscales y monetarias para mantener la paridad, objetivo básico del sistema. Los gobiernos perdían la autonomía en su política monetaria y el control de los tipos de interés. Además no se podían ajustar las crisis económicas recurriendo a las deva- luaciones sino aumentando los tipos de interés, lo que se traducía en disminuciones de la renta y el empleo. La teoría del patrón oro señalaba que un superávit en la balanza de pagos implicaba un aumento de las reservas de oro del país y requería que el banco central aumentase la emisión de billetes, lo que elevaría los precios, facilitaría las importaciones y reduciría las exportaciones. En el caso contrario, un déficit exterior provocaba una salida de reservas, lo que implicaba un aumento de los tipos de interés para frenar la salida de oro y mantener la paridad; la subida del tipo de interés retraía la demanda, hacía caer la renta y el empleo y reducía las importaciones, disminuyendo el déficit de la balanza de pagos. La disminución de los billetes en circulación reducía los precios interiores impulsando las exportaciones hasta equilibrar la balanza. Pero los gobiernos no aplica- ban estas reglas (con la excepción de Estados Unidos) y los mecanismos de ajuste fallaban por el lado de los países con superávit en la balanza de pagos, ya que en vez de emitir más billetes atesoraban el oro para que no subieran los precios interiores. Así todo el peso del ajuste recaía en los países deficitarios que, en algunos casos, tenían que abandonar el sistema al no poder mantener la convertibilidad. El éxito de patrón oro entre 1872 y 1913 no se debió a los mecanismos de ajuste de la balanza de pagos sino a otros factores. El fundamental es que el patrón se basó no sólo en el oro, sino en la solidez y confianza de unas divisas, la libra especialmente, pero también el franco francés y el marco alemán. Los bancos podían tener sus reservas en oro y en estas divisas, ya que su convertibilidad las hacía tan buenas como el oro y constituían el medio habitual para efectuar los pagos internacionales. Los bancos centrales en general eran privados aunque muy influidos por los gobiernos. Al comien- zo del período la única función que distinguía al banco central era el monopolio de la emisión de 18 2.6. Las reacciones frente a la globalización La extensión de la globalización propició que los países industrializados del norte de Europa acentuaran su especialización productiva industrial y redujeran el peso del sector agrario, que tuvo que acometer inversiones (mecanización) y cambios organizativos (cooperativas de produc- ción y distribución) para mantener su competitividad. Otras economías, como las del sur y este del continente europeo, abordaron el nuevo marco de competencia mundial mediante estrate- gias defensivas, elevando la protección arancelaria para poder mantener los precios y las rentas de la tierra, a costa de penalizar a los consumidores. En todo caso la globalización tuvo indiscutibles beneficios (creció la riqueza de forma general), pero también generó sectores perjudicados. Los grupos sociales cuyos ingresos disminuyeron por el nuevo marco de competencia mundial se defendieron políticamente. Hubo tres desenca- denantes de la reacción contra los efectos de la globalización: a) La “gran depresión agraria” europea, provocada por la llegada de cereales baratos de América y Ucrania, que redujo la renta de los propietarios y de los ingresos campesinos. b) la inmigración masiva que redujo los niveles de vida en el Nuevo Mundo. c) y las exportaciones de manufacturas europeas que impedían el desarrollo de las industrias nacientes en América. La reacción generalizada fue una vuelta al proteccionismo (excepto Gran Bretaña, Holanda y Dinamarca que mantuvieron el librecambismo) y el establecimiento de restricciones a la inmigra- ción en los países de América. Los gobiernos de las naciones industrializadas siguieron políticas intervencionistas dirigidas a fomentar el crecimiento de sus sectores secundarios, mediante la aplicación de altos aranceles, subvenciones a las exportaciones y las inversiones en infraestruc- turas y en desarrollo industrial. billetes. Con las crisis de este período asumieron la función de prestamista en última instancia y, más adelante, el control de cambios. En Estados Unidos no se creó la Reserva Federal hasta 1913. 19 frente a los mercantilistas. Pero cuando la ventaja competitiva de la industria británica comenzó a ser amenazada por Estados Unidos y Alemania, a partir de 1880, los industriales empezaron a pedir la vuelta del proteccionismo, produciéndose un debate virulento a principios del siglo XX. Gran Bretaña trató de impedir el desarrollo de las manufacturas en los países dependientes a través de los tratados desiguales que imponían unos topes arancelarios del 5% privándoles de soberanía arancelaria y obligándoles, de hecho, a ser librecambistas. A mediados del siglo XIX, estos tratados se extendieron por Asia (China, Japón, Tailandia, Corea e India), y por Oriente Próximo (Persia y Turquía). Estos países sólo pudieron recuperar su soberanía arancelaria e in- dustrialista en general después de 1913. Alemania: Desde su unificación política y durante el Segundo Imperio (1871-1914) la política industrial alemana se centró en los aranceles, el apoyo estatal a la iniciativa privada y la legaliza- ción de los cárteles industriales (desde 1890). El 1879 Otto von Bismarck estableció un arancel más proteccionista bajo la presión de los terratenientes y los empresarios siderúrgicos. Además aplicó una política de protección social que contuvo las reivindicaciones de los trabajadores. En Alemania desempeñaron un papel importante los bancos mixtos (Deutsche Bank, 1870, Dresd- ner Bank, 1882) que desarrollaron conjuntamente la banca comercial (créditos a corto plazo) y la banca industrial (financiación a largo plazo a las empresas), contribuyendo a la creación y gestión de empresas, pues eran accionistas y tenían representación en los consejos de administración, y a la formación de cárteles. Asimismo el Banco Central (Reichsbank) fue más intervencionista que otros de su clase actuando como prestamista en última instancia en las crisis bancarias. Este conglomerado institucional llevó a Alemania a un capitalismo cooperativo y organizado frente al modelo inglés, más personal y competitivo. Bancos y cárteles fueron fundamentales para el naci- miento de los grandes emporios industriales característicos de la segunda revolución industrial: la química orgánica (Bayer, Basf, Hoechst), la electricidad (Siemens y AEG) y el acero (Krupp y 2.6.1. La política proteccionista e industrialista Gran Bretaña: Dada su supremacía mundial, obtenida gracias a su competitividad industrial, Gran Bretaña estableció el librecambio en 1846 y lo consolidó en 1860 con el tratado comercial Cobden-Chevalier, firmado con Francia. Este giro suponía el triunfo de los economistas clásicos 20 Fuente: Fontana, G.L. (2003) 2.6.2. El colonialismo y el librecambismo forzado de los países dependientes Gran Bretaña practicó una política encaminada a impedir la industrialización de sus colonias, fomentando la producción de materias primas, limitando las actividades manufactureras y eli- minando los aranceles hacia los productos británicos. A lo largo del siglo XIX aplicó, gracias a su hegemonía militar y económica, una política exterior basada en la imposición de tratados comerciales desiguales a los países independientes de Latinoamérica y de Asia (China, Japón, Tailandia, Imperio Otomano). Los países más desarrollados iniciaron una política colonizadora muy agresiva en África, Asia y Oceanía, con el objetivo de explotar los recursos naturales de los territorios que aún perma- 1870 1913 Gran Bretaña 31,8 14,0 Francia 10,3 6,4 Alemania 13,2 15,7 Italia 2,4 2,7 Bélgica 2,9 2,1 Rusia 3,7 5,5 EEUU 23,3 35,8 Cuadro 2.6. Producción manufacturera mundial (%) que eran grandes corporaciones empresariales controladas por familias, lideradas por un banco y con grandes empresas integradas en diversos sectores industriales (Mitsubishi, Sumimoto, Mitsui). 23 2.7. Las lentas mejoras del marco institucional Las relaciones entre la industrialización y las instituciones quedan claras en los países que lleva- ron a cabo este proceso en el período 1870-1913. Nos detendremos en las siguientes cuestio- nes institucionales: la extensión de los sistemas parlamentarios y de la burocracia moderna; los derechos de propiedad intelectual; las nuevas formas de gestión y de organización empresarial; y el nuevo papel del Estado. 2.7.1. La extensión de los sistemas parlamentarios y la burocracia moderna La extensión del modelo parlamentario, inspirado en el liberalismo inglés, no significó una de- mocratización política. El sistema electoral establecido por las respectivas constituciones nacio- nales a lo largo del siglo XIX era censitario (mayores contribuyentes) y masculino (solo votaban hombres mayores de treinta años). En Francia se introdujo el sufragio universal masculino en 1848, aunque un auténtico sufragio universal (masculino y femenino) no se implantó hasta mu- cho después: en Gran Bretaña en 1928, en España en 1931 y en Francia en 1944. En Estados Unidos los hombres negros pudieron votar a partir de 1870, pero no en todos los estados de la Unión, ya que en los del Sur se establecieron limitaciones fiscales, de patrimonio y de alfabetiza- ción que les impedían acceder a este derecho. En suma, había una efectiva discriminación por necían sin ocupar. La causa principal era la necesidad de materias primas de una industria en transformación, además del prestigio que aportaba la posesión de un imperio colonial. Fueron mucho menos importantes las colonias como mercado consumidor de manufacturas o como destino de colonos. De hecho, el comercio colonial suponía un tercio de todas las exportaciones de Gran Bretaña, un cuarto de las de España (centradas en Cuba), y en Francia y Portugal tenían menor importancia. La Conferencia de Berlín (1885) reguló el reparto de África y estableció un nuevo marco colonial que se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial. Gran Bretaña consolidó su dominio colonial (en 1920 controlaba el 20% del planeta y el 25% de la población mundial). Francia y Alemania formaron grandes imperios coloniales. En menor medida participaron Bélgi- ca, Países Bajos, Italia, Portugal y España, además de Rusia y Japón, que crearon sus propios imperios en el área de Asia-Pacífico. 24 sexo, patrimonio, alfabetización y raza. Además, los procesos electorales estaban sujetos a la corrupción política, los sistemas caciquiles y el fraude (compra de votos), hechos que reducían aún más la representatividad de los regímenes parlamentarios y ponían en evidencia su realidad escasamente democrática. En este período se fue implantando la burocracia moderna, de manera lenta, pues aún había fuertes persistencias del Antiguo Régimen. El crecimiento de las funciones asumidas por el Es- tado propició un notable aumento de las plantillas de funcionarios públicos. En Prusia se esta- blecieron las bases de la burocracia moderna: oposiciones de acceso, jerarquización, procedi- mientos disciplinarios y seguridad en el empleo. Pero todavía en el siglo XIX lo común era que los empleos públicos fueran ocupados por los afiliados al partido del gobierno o por familiares (nepotismo). El sistema judicial estaba fuertemente influido por la política y la justicia no era igual para todos, ya que los delitos de los militares y grandes contribuyentes tenían una tramitación especial (como ocurría en Alemania). Este problema de una “justicia de clase” se arrastró en Europa y Estados Unidos al menos hasta la Primera Guerra Mundial. 2.7.2. Los derechos de propiedad intelectual Los derechos de propiedad privada y la liberalización de los mercados interiores se habían esta- blecido ya al principio de este periodo. Asimismo, la difusión de los códigos napoleónicos había ayudado a definir los contratos mercantiles. Pero los derechos de propiedad intelectual todavía estaban definidos muy deficientemente. Excepto en Gran Bretaña y Estados Unidos, donde la mejor definición legal de los contratos y las patentes garantizaba su cumplimiento, en los demás países la autoría de patentes y de ciertas invenciones estaba desprotegida. Gran Bretaña, de hecho, había prohibido la exportación de tecnología y de técnicos hasta mediados del XIX. En 1874 la mayor parte de los países actualmente desarrollados ya tenían leyes de patentes, y la presión de los tecnológicamente más avanzados (Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia) llevó al establecimiento de un régimen internacional de derechos de propiedad intelectual en las con- ferencias de París (1883) y Berna (1886). 25 2.8. El fracaso de España durante la Primera Globalización La economía española apenas creció en este período en comparación con los paí- ses del norte de Europa. Por tanto, España no se subió al carro de la prime- ra globalización y perdió terreno en términos de PIB per cápita respecto a las na- ciones líderes y permaneció en la periferia económica del continente europeo. 2.8.1. La crisis agrícola, el proteccionismo y la emigración En España los ferrocarriles también redujeron los costes de transporte y ayudaron a la creación del mercado nacional. Esto permitió que los trigos norteamericanos pudieran competir con los castellanos. El proteccionismo retrasó la repercusión de la crisis agraria de fin de siglo, que se manifestó a partir de 1882, cuando se relajaron las barreras arancelarias. Sólo se salvó la viticultura que conoció una expansión sin precedentes, debido a las exportaciones de vino a Francia que estaba sufriendo la filoxera. Cuando los viñedos franceses se recuperaron cesaron las exportaciones españolas. Esto coincidió con la expansión de la filoxera por España y, desde 1891, cayó la producción de vino. La crisis finisecular ocasionó un descenso de los precios y de las rentas agrarias que redujo la demanda industrial, sumiendo a este sector también en la bajo de menores, pero hasta 1872 no se aplicó a la minería. La Ley de Talleres y Fábricas de 1878 limitó el trabajo de los niños mayores de 10 años a 30 horas semanales en las fábricas textiles. Aunque en distintos países se establecieron limitaciones sobre el trabajo infantil, frecuentemente no se cumplían. Hasta 1938 no hubo una ley federal prohibiendo el trabajo infantil en Estados Unidos. Por otra parte, las jornadas laborales excedían habitualmente las doce horas. La Ley de Fábricas de 1844, inglesa, fue la primera que reguló el trabajo de los adultos: redujo la jornada de las mujeres de 18 a 12 horas y prohibía su trabajo nocturno. Pero los vacíos legales hacían posible que los empresarios se saltaran las normas con facilidad. En la mayor parte de Estados Unidos, en la década de 1890, la jornada legal era de unas 10 horas diarias, pero los emigrantes podían llegar a trabajar 16 horas. En Alemania la media semanal disminuyó de 75 horas semana- les (1850-70), a 54 horas en 1914. En Francia en 1848 se limitó la jornada de trabajo femenino a 11 horas diarias, pero la de los hombres no se reguló hasta principios del siglo XX. 28 depresión. La recuperación se produce tras 1896, en parte por la protección arancelaria, que aumentó los precios interiores y contuvo las importaciones, y por la depreciación de la peseta. La protección impulsó el desarrollo de la industria siderúrgica en Vizcaya, apoyada en los capi- tales y la experiencia acumulada por los empresarios vascos en la minería, y en las posibilidades que generaba la exportación de mineral de hierro a Gran Bretaña y la importación de carbón con fletes bajos de aquel país aprovechando el retorno de los barcos. A comienzos del siglo XX el crecimiento económico se basó en los siguientes factores: incremen- to de la inversión privada; aumento de la financiación exterior por la repatriación de capital desde las colonias perdidas en 1898; mayor inversión extranjera por la estabilización de la peseta; y las remesas de los emigrantes españoles (fundamentalmente de América Latina). Asimismo, la agri- cultura intensiva en la zona del Mediterráneo conoció un auge apreciable, al que unieron algunos sectores industriales, los transportes y la banca. No obstante, este crecimiento fue insuficiente y menor con respecto a los países líderes, lo que se debió, entre otras causas, a la insuficiente inversión pública, la reducida demanda del consumo privado y el pequeño tamaño del mercado interior. España, además, no gozaba de buenas condiciones para sumarse a la segunda industrializa- ción: deficiente dotación de capital humano (elevadas tasas de analfabetismo); carece de recur- sos energéticos (petróleo), o son de mala calidad y caros (carbón); y, además, los gobiernos no llevaron a cabo una política industrialista. Se protegieron las ramas agrícolas e industriales ya existentes (cereales castellanos, textil catalán y siderurgia vasca) y el Estado no apoyó con deci- sión las empresas privadas, ni con subvenciones, ni con ayudas a la exportación, ni con pedidos desde el presupuesto, ni con inversión en investigación. El proteccionismo, que se había difundido desde 1875 tras la experiencia liberalizadora del aran- cel Figuerola de 1869, se intensificó con el arancel de 1891. En España los aranceles fueron altos y aumentaron los precios por encima de los vigentes en los mercados mundiales. No se realizó una política arancelaria industrialista, sino que se optó por la protección integral, que favorecía a las industrias ya establecidas y a la agricultura no competitiva. La mayor parte de 29 En España se mantuvo una política monetaria heterodoxa, pues España no entró en el patrón oro. El Banco de España consiguió el monopolio de emisión en 1874 y su función principal era prestar dinero al gobierno. En 1900 Fernández Villaverde realizó una reforma tributaria que completó el sistema fiscal liberal, introduciendo la contribución sobre utilidades de la riqueza mobiliaria que gravaba las rentas del trabajo y el capital. A finales del XIX, ante la pérdida del mercado interior, España buscó en Cuba la venta de productos (harina y tejidos) que encontraban competencia en el mercado interior. A la pérdida de las colonias en América y Asia (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) en 1898, le siguió la aventura en el norte de Marruecos, por medio de una guerra cuya financia- ción desequilibró los presupuestos estatales. 2.8.2. Políticas presupuestarias y monetarios y el marco intitucinal las importaciones se concentraban en materias primas (algodón en rama) y bienes de equipo. Las exportaciones eran principalmente de productos mineros (plomo, cobre, hierro, mercurio) y agrarios, procedentes de la agricultura mediterránea (cítricos, vinos, aceites, frutos). Las acti- vidades exportadoras españolas se enfrentaron a la competencia de los países tropicales y de las zonas templadas, básicamente en los productos mineros (cobre) y los productos agrícolas que se encontraban con nuevos productos sustitutivos industriales, como los tintes sintéticos o los nuevos lubricantes derivados del petróleo. Esto exigió la reconversión de los productores de aceite de oliva hacia su uso alimentario y supuso la ruina de algunos sectores productores de tintes naturales. El elevado proteccionismo impidió una reasignación de los recursos productivos y una mayor salida de emigrantes. En consecuencia, la productividad de la agricultura siguió siendo baja y la relación entre salarios y renta de la tierra disminuyó, porque el proteccionismo contribuyó a au- mentar la retribución del factor escaso, que era la tierra. Es cierto que el número de emigrantes creció a partir de 1882, debido a la crisis agraria y a la demanda de mano de obra en los países americanos. Pero en España la emigración se retrasó porque la pobreza impedía emigrar a la mayor parte de la población, lo que fue reforzado por la depreciación de la peseta que encarecía los costes del pasaje. 30
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