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LAS CIUDADES MEDIEVALES, IMÁGENES, Apuntes de Historia de la Edad Media

Asignatura: Historia Medieval, Profesor: Gonzalez Gomez Antonio, Carrera: Historia, Universidad: US

Tipo: Apuntes

2010/2011

Subido el 19/09/2011

diabless
diabless 🇪🇸

3.9

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¡Descarga LAS CIUDADES MEDIEVALES, IMÁGENES y más Apuntes en PDF de Historia de la Edad Media solo en Docsity! LAS CIUDADES MEDIEVALES: textos 1 “Cayó, cayó la gran Babilonia, y quedó convertida en morada de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y a1lbergue de toda ave inmunda y abominable; porque el vino de la cólera de su fornicación bebieron todas las naciones, y con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los comerciantes de toda la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron. Oí otra voz que decía: Sal de ella pueblo mío, para que no os contamine con sus pecados y para que no os alcance parte de sus plagas; porque sus pecados se amontonaron hasta llegar al cielo, y Dios se acordó de sus iniquidades”. (Apocalipsis 18, 1-5); y más adelante: “Aleluya, salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, porque verdaderos y justos son sus juicios, pues ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra con su fornico1ción, y en ella ha vengado la sangre de sus siervos” (Apocalipsis. 19, 1-2). La ciudad medieval, aunque sus costumbres susciten el asombro de las gentes del exterior, no engendra la ansiedad que podemos sentir en nuestras grandes ciudades, en las que el espacio común va desapareciendo. En los últimos años del medievo se producen las primeras rupturas del equilibrio tradicional: el crecimiento de la superficie urbana, los motivos de seguridad e higiene, la instalación de palacios reales, la indudable formación de un espíritu de clase, llevan en los siglos XV y XVI a una separación progresiva de los espacios públicos y privados. La calle empedrada, quizá con una fuente pintada o esculpida, que exalta la gloria de la ciudad o de sus señores, ya no es del todo “mi calle”; es “de todos”, en el sentido de esta expresión que significa “de nadie”. Vista desde fuera, la ciudad despierta sospechas, hostilidad o codicia, sentimientos reveladores de una alteridad difícil de reducir. La ciudad, en el universo del campesino y en el del caballero, delimita un espacio cerrado que los excluye y que queda fuera de su alcance. Para ellos la ciudad es un lugar febril en el que todo se inventa, se proyecta, de donde irradia una vida inagotable, de sobresaltos imprevisibles. Yves Renouard. Une ville est une agg1omération close de muraílles, oú des hommes appartenant a des familles différentes adonnes á des activités diverses viven: de façon continue, rassemblés dans de nombreuses maisons, construites autour d'une église dédiáe á un patron particulier, et le plus souvent aussi d'une forteresse. Iis constituent une communauté particuliére, possédant des conditions juridiques propres, consciente de son originalité, et coordonnant les activités d'un plat pays plus ou moins étendu. (1969). Traducción: La ciudad es una aglomeración cerrada por murallas, donde hombres que pertenecen a familias diferentes y dedicados a actividades diversas, viven de forma continua, recogidos en numerosas casas, construidas alrededor de una iglesia dedicada a su patrón particular, y más a menudo en torno a una fortaleza. Constituyen una comunidad particular, que posee condiciones jurídicas propias, consciente de su originalidad, y que coordina las actividades de su campo, más o menos extenso. Edith Enne. Che cos'e una cittá? Rispondere a questa domanda per il Medioevo e apparentemente faci1issimo. Cinte di muta, fittamente costruite, sovrastate da campanili e torri, le citta si distaccano dalla campagna circostante come una sagoma compatta, ben diverse dagli straripanti insediamenti urbani del nostro tempo. Oltre a fa re della cittá una piazzaforte, le mura segnano anche l'ambito clave vigono uno speciale diritto urbano (cioé un'ampia eguaglianza giuridica fra cittadini che contrasta con l'ordinamento per ceti nobiliari in vigore fuori delle mura urbane) e una costituzione in cuí nei confronti del signore della propria cittá libere cittadinanze sostengono i princípi della partecipazione alle decisioni politiche o addirittura dell'autonomía (un ordinamento dunque embrionalmente precorritore di quella moderna eguaglianza fra tutti i cittadini di uno stato, la quale peró ha reso superflua appunto una tale libertá connessa alla cittá). (l972) Traducción: La pregunta “¿Qué es una ciudad?” es fácil de contestar de una manera plausible en cuanto a la Edad Media. Como una silueta compacta, el trazado de una ciudad medieval, densamente formada, rodeada por una muralla, y dominada por las iglesias y la fortaleza, formaba un contraste bien definido con el mundo rural... La muralla era más que una fortificación; delineaba un espacio de legislación urbana especial -es decir, aquella igualdad de gran alcance entre los vecinos de la villa que tanto se oponía al orden jerárquico y señorial que dominaba fuera de las murallas. Rodney Hilton La existencia de un mercado permanente y una heterogeneidad ocupacional parecen ser suficientes para definir una ciudad medieval de forma general, pero muchos historiadores quieren añadir a esto una dimensión institucional. Esto incluye la posesión por los habitantes de la ciudad de ciertas libertades básicas, sin 1as cuales su especial función podría no ser realizada. (1992) Gregorio de Tours (538-94): Por esta época, el bienaventurado Gregorio residía en la ciudad de Langres. Era un gran obispo de Dios, célebre por sus milagros y sus virtudes. Y ya que hacemos alusión a este pontífice (que es el bisabuelo materno del autor y fue obispo de Langres desde el año 506 hasta el año 538), he pensado que se me perdonará el hecho de insertar en este capítulo una descripción de la localidad de Dijon donde residía con frecuencia. Es una plaza fuerte dotada de murallas muy robustas en medio de una llanura muy agradable; las tierras son fértiles y fecundas hasta el punto de que tras haber pasado el arado una sola vez se arroja la simiente y se obtiene una grande y opulenta cosecha. Al mediodía está el río Ouche, muy rico en peces; por la parte norte penetra otro pequeño río que tras entrar por un portillo y pasar bajo un puente sale por otro portillo; tras haber regado todo el contorno del recinto con su cauce tranquilo, mueve los molinos con prodigiosa velocidad. Se han hecho cuatro puertas a los cuatro vientos y treinta y tres torres adornan todo el recinto; la muralla de este recinto se ha edificado en piedra de sillería hasta una altura de veinte pies, y por encima de mampostería; tiene treinta pies de altura y quince de ancho. No sé por qué esta localidad no tiene la calificación de ciudad. En tomo a ella hay fuentes preciosas. Por el occidente hay colinas muy fértiles llenas de viñedos que proporcionan a los habitantes un falerno tan noble que desdeñan el vino de Ascalón. Los ancianos cuentan que la ciudad fue edificada por el emperador Aureliano. Gregorio Magno (ca. 540-604): ¿Queda alguna cosa en este mundo capaz de alegrarnos? Todo son lamentos y dolor; se destruyen las ciudades, se arrasan los castillos, se devastan los campos y la tierra ya no es más que un desierto. Ya no quedan labradores en el campo ni habitantes en la ciudad. Y los pocos que quedan se ven zarandeados por toda clase de desgracias [...]. Hemos visto a muchos hombres convertirse en esclavos y a otros sufrir la mutilación o la muerte. Está bien claro hasta qué punto Roma, la antigua reina del mundo, ha venido a menos: oprimida por un gran dolor, queda despoblada de sus ciudadanos, atacada por el enemigo, no es más que un montón de ruinas [...]. ¿Dónde está el Senado? ¿Dónde está el pueblo? [...] El esplendor de las dignidades civiles se ha extinguido. La multitud de los ciudadanos ha desaparecido y nosotros, los que sobrevivimos, nos vemos desgarrados día y noche por un sinnúmero de tribulaciones. Ruperto de Deutz (1075-1129): (Cap. 8) Permítaseme ahora decir por qué el incendio triunfante se apoderó con tal rapidez de las torres de este odioso castillo [...]. Tened, bien en cuenta, queridos amigos, [...] que lo que yo odio intensamente no son las piedras o las murallas, sino la injusticia que habita en ellas [...] ¿Quién ignora que la posesión de este castillo [...] fue consagrada a Dios? Las tradiciones sobre la construcción del castillo varían; unos piensan que fue obra de Julio César [...]. Este castillo, notable por su belleza y su poderío, subsistió hasta el emperador Otón I. El hermano de éste, Bruno, arzobispo de Colonia, [...] lo mandó demoler […]. San Heriberto [...] consagró a Dios el lugar del castillo, completamente en ruinas; utilizó las ruinas para la edificación de un monasterio [...] y purificó el lugar de cualquier habitación secular, instalando en la parte externa de la muralla a aquellos a quienes había expulsado […]. (Cap. 9) Pero con el tiempo, la enorme negligencia de nuestros predecesores, demasiado acomodaticia para con los hombres del siglo, ha alentado el desenfreno […]. Éstos han ocupado el castillo. Y no son sólo las torres y las murallas lo que han vuelto a levantar, para albergar en ellas a personas decentes según el mundo; han alquilado a gente de vida dudosa, de condición desconocida, sin reputación, los subterráneos llamados bodegas, similares a cavernas oscuras y a recovecos casi invisibles. Por eso las personas serias de nuestro entorno consideran esos locales negocios inmundos [...]. Precisamente, aunque el incendio tuviera otras causas, yo diría que ésa es la causa mayor y que se trata de un juicio de Dios. Así es como yo, en sueños, había visto el incendio antes de que se produjera […]. (Cap. 10) Fue Caín primero que construyó una ciudad [...]. (Cap. 12) Abraham, Isaac y Jacob no construyeron ciudades ni castillos, al contrario, huyeron de las ciudades para habitar en tiendas y construyeron lo más opuesto a las ciudades y a los castillos en honor a Dios… LAS CIUDADES MEDIEVALES: textos 2 Otón de Freising (ca.1114-58): Aman la libertad de tal forma que rechazan cualquier exceso de poder y prefieren, para dirigirlos, a cónsules más bien que a jefes. Entre ellos hay tres órdenes, el de los capitanes, el de los valvasores y el del pueblo. Para evitar cualquier insolencia, eligen sus cónsules no en un solo orden, sino en los tres, y para impedir que cedan a la sed de poder, se cambian todos los años. De ahí viene el que, al estar casi toda la tierra dividida entre las ciudades (tota fIla terra inter civitates ferme divisa), cada una obliga a los habitantes de su territorio a permanecer con ella, de tal forma que sería muy difícil encontrar un noble o un grande tan ambicioso como para no someterse a las órdenes de su ciudad. De acuerdo con ese poder de reunir a los hombres, a sus diferentes territorios los llaman comitatus (contado). Y, para no privarse de medios de oprimir a sus vecinos, no juzgan indigno de ellos el dejar que los jóvenes de baja condición, incluso artesanos que ejercen despreciables oficios mecánicos, ciñan el talabarte de caballeros y accedan a las más altas funciones (mientras que los demás pueblos los alejan como a la peste de los empleos más honorables y más libres). De este modo, sobrepasan en riqueza y en poderío a las demás ciudades del mundo. A esto contribuye, como hemos visto, no sólo su actividad, sino también la ausencia de sus príncipes que, de ordinario, se hallan en los países ultramontanos […]. Casi nunca reciben con respeto a su príncipe, a quien por propia iniciativa deberían mostrar una respetuosa obediencia, y no prestan obediencia alguna a sus decisiones tomadas con el máximo respeto a las leyes si él no les hace sentir su autoridad con la ayuda de un poderoso ejército […] Guy de Bazoches ( ca. 1203): Estoy en París, en esa ciudad real que retiene por la tranquilidad y la abundancia de sus dones naturales no sólo a quienes habitan en ella, sino que atrae a quienes se hallan lejos e invita a quienes están ausentes. Lo mismo que la Luna, que por la majestad y el mayor brillo de su espejo eclipsa la claridad de los demás, así esta ciudad levanta por encima de las otras su cabeza altiva, ceñida con la diadema de la dignidad real. Está situada en un valle delicioso que corona un círculo de montañas, engalanado por las atenciones fecundas de Ceres y de Baco. El Sena, que está muy lejos de ser despreciable entre la cohorte de los ríos y se enorgullece de su cauce, llega al oriente y forma una isla, rodeando con sus dos brazos la cabeza, el corazón, la médula de toda la ciudad. A derecha e izquierda se extienden dos arrabales, de los que el menor suscita la envidia de las ciudades envidiosas. Uno y otro tienden hacia la isla dos puentes de piedra; a uno y otro se les conoce por su tamaño; porque el puente grande es aquel cuya cara mira al aquilón y a la mar inglesa; y, en la parte opuesta, al que se abre en dirección al Loira, se le llama el puente pequeño. El puente llamado grande, ancho, rico comerciante, hierve, exhala, abunda en barcos, en riquezas, en mercancías sin número, hierve de barcos, exhala riquezas, abunda en mercancías. He ahí un lugar que no tiene parangón. En cuanto al puente pequeño, está dedicado a los “filósofos” que pasan por allí, se pasean o discuten. De dentro de esta isla se eleva dominante el palacio real [...]. Desde hace mucho tiempo la filosofía ha instalado en esta isla un trono real, ella que es la única que al aceptar el estudio como sola compañía y poseyendo la ciudadela perenne de la luz y de la inmortalidad, holla con pie victorioso la flor árida de un mundo desde antaño senescente. En esta isla las siete hermanas han creado un imperio perpetuo y, entonando la trompeta de la más noble elocuencia, aquí se dictan los decretos y las leyes [...]. Felipe de Harvengt (premostratense, +1183), escribe a su joven discípulo: “conducido por el amor al estudio te encuentras ahora en París, y así has hallado la Jerusalén por la que tanto tiempo suspiraste. Es el hogar de David,... del sabio Salomón... Feliz ciudad donde los libros santos son leídos con tanto celo, donde sus complicados misterios son resueltos gracias a los dones del Espíritu Santo, donde hay tantos profesores eminentes...” Chrétien de Troyes (ca. 1135-ca. 1190): “El castillo se erguía sobre un brazo de mar. Lo examina, observa sus muros y la torre, y los estima fuertes como para no temer ningún ataque. También observa la ciudad, poblada de hermosos hombres y bellas mujeres, y las mesas de los cambiadores, cubiertas de piezas de oro, de plata y de moneda menuda; veía las plazas y la calles llenas de buenos obreros que trabajaban en los oficios más variados: aquí se fabricaban yelmo s y cotas de malla, allí sillas y escudos, además de arneses de cuero y espuelas; los unos bruñen espadas, los otros tejían paños, los batallaban, los peinaban y fundían, otros incluso fundían oro y plata; otros, en fin, hacían bellas y ricas vajillas, copas, escudillas, y esmaltes preciosos, anillos, cinturillas y collares” Teodorico, (526): “La construcción de una ciudad, objeto de preocupación de un rey, es una obra noble, porque la reconstrucción de las ciudades antiguas constituye un ornato para los tiempos de paz, y una protección necesaria en caso de guerra. Así, preparamos el porvenir ordenando a todos los que encuentren en sus campos piedras de todo tipo, útiles para la construcción de murallas, que las entreguen sin dilación a la ciudad”. Casiodoro (Carta a ciudad de Catania): “Vuestra defensa es al mismo tiempo nuestra fuerza, y todo lo que os protege contra el peligro sirve a la defensa de nuestra gloria. Así, las piedras del anfiteatro, que decís que se han caído por efecto del paso del tiempo, que ya no sirven al ornato de la ciudad, sino que ofrecen el espectáculo de ruinas deshonrosas, os permitimos hacer de ellas un uso público, para que con estas piedras se levante un muro. Que si quedasen en el suelo, no serían de utilidad alguna. Aportadnos pues fielmente todo lo que pueda servir a la defensa, o a la decoración de la ciudad. Y sabed que os estaremos reconocidos por todo lo que hagáis por vuestra ciudad”. Gregorio de Tours (538-94) (Historiarum libri decem, en Textos comentados de época medieval, p. 84): La peste en Marsella (588).- Entonces se extendió el rumor de que la ciudad de Marsella había sido asolada por la peste inguinaria en su mayor parte. Esta enfermedad se había propagado rápidamente hasta una población cercana a Lyon, llamada Ozon. Pero el rey (Childeberto), al igual que hubiera hecho un buen sacerdote, buscó los remedios adecuados para curar los males de la multitud pecadora. Ordena a toda la población que se reúna en la iglesia para celebrar rogativas con suma devoción, y que solo tomen como alimento para sustentarse pan de cebada yagua pura, y asistan todos juntos a las vigilias. [...]. En este tiempo, un navío procedente de Hispania, que transportaba su carga habitual, atracó en el puerto de esta población, y, por desgracia, transportaba además el germen de la enfermedad. Muchos habitantes compraron diversas mercancías. Una casa, en la cual vivían ocho personas, quedó rápidamente vacía, todos sus habitantes murieron del contagio. Esta cruel epidemia no se propagó de inmediato, sino que después de interrumpirse durante un corto espacio de tiempo, revivió como una llama en medio de un sembrado, y quemó toda la población con el fuego de dicha enfermedad. El obispo de la ciudad abandonó su casa, y se instaló con algunas personas en el recinto de la basílica de S. Víctor, donde estuvieron reunidos durante todo este estrago que sufrió la ciudad. [...]. La plaga cesó completamente durante dos meses, y mientras la población, creyéndose segura, regresaba a la ciudad, la enfermedad renació e hizo estragos. Y murieron aquellos que habían regresado. Después aun hubo otras ocasiones en que fueron atacados por esta mortal enfermedad. Jonas de Bobio (Vie de Columban, h. 543-615): Columbano y los suyos [...] precedidos y seguidos por sus guardias, llegaron a Nevers, a fin de tomar un barco. Ellos llegaron a Orleans. Aquí, por orden del rey, le fue prohibido incluso el acceso a las iglesias. Entonces instalaron sus tiendas, bien tristemente, a orillas del Loira, y descansaron algo. Pero les faltaba toda subsistencia. Así, Columbano envió a la ciudad a dos de los suyos, con la misión de procurarse los víveres necesarios. [...] Así recorrieron la ciudad, pero no pudieron procurárselos, todo el mundo se quedó quieto ante la orden del rey. Cuando iban a tomar el camino por donde habían venido, encontraron en un lugar una mujer originaria de Siria. Les preguntó quiénes eran. Respondieron la verdad, y añadieron que estaban buscando alimentos, y no podían encontrarlos. Entonces ella les dijo: “Entren, mis señores, en la casa de vuestra servidora, y tomad lo que os haga falta, porque yo también soy extranjera, vengo del Oriente lejano”. [...]. Navegaron por el Loira, llegaron a Tours, y allí el santo hombre pidió a sus guardianes que le proporcionaran un navío del puerto, y le permitieron ir a venerar la tumba del bienaventurado confesor Martín. [...]. El viaje fluvial le llevó a Nantes, y allí permaneció algún tiempo. [...]. Sofronio, obispo, y el conde Teobaldo se esforzaron por encontrarle un navío que transportara a Columbano a Irlanda para cumplir la orden real. Se encontró un navío que comerciaba con los escotos (Irlanda), el recibió todo el equipaje y los compañeros de viaje. LAS CIUDADES MEDIEVALES: textos 5 de sardónica, el sexto de sardio, el séptimo de crisólito, el octavo de berilio, el nono de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista. Y las doce puertas son doce perlas, y cada puerta estaba hecha de una de estas perlas. Y el pavimento de la ciudad oro puro y transparente como el cristal. Dotzé del Crestiá (S. Vila: “La ciudad de Eiximenis: un proyecto teórico de Urbanismo en el siglo XIV”): 15. La forma urbana según F. Eiximenis (S. XIV).- La composición de la ciudad requiere una forma y una figura bella, y bello tamaño y proporción. La ciudad material bien ordenada en el mundo, es imagen, figura de la ciudad celestial, y aquella se nos representa en esta vida a manera de un hermoso espejo. Sobre la forma de la ciudad se han dado diversas opiniones: porque han hablado los filósofos griegos hasta que después han ajustado (?) algo los sabios cristianos, y han dicho, sumariamente, en esta materia que toda ciudad debía ser cuadrada, porque queda así más bella Y más ordenada. En el centro de cada lado debe existir una puerta principal, que esté a la misma distancia de cada ángulo del muro unos 500 pasos, de forma que todo el muro tenga en tomo cuatro mil pasos. Y desde la puerta oriental a la puerta de poniente pase una calle grande y amplia, atravesando toda la ciudad de parte a parte; de igual manera sea de la puerta que mira a mediodía hasta la otra principal que mira a tramontana. De cada una de estas puertas principales hasta los dos ángulos que están a sus lados haya otras dos puertas menos principales. Una a la parte derecha y la otra a la izquierda; y que así como dicho es, viniesen calles derechas desde la puerta oriental a la puerta de poniente, y de aquella de poniente (sic) a la de tramontana. Así, viniesen calles rectas y bellas desde cada una de las puertas menos principales a las otras puertas contrarias, y, por consiguiente, la ciudad tendría cuatro barrios (“cuartons”) principales; esto es, cuatro partes. Y cada parte podría tener plaza grande y bella, Y en cada parte podría estar alguna gente especial”. 1462 “Acuerdo del concejo de Siena”: “considerando cuanto nuestra ciudad ha disminuido de pueblo, y como hay muchísimos jóvenes que teniendo entre veinte y cuarenta años sin mujer aptos para tener hijos, y como hay muchísimos jóvenes que están para casarse, y por la negligencia de los mezani se tarda, incluso no se realizan muchos matrimonios, y la juventud suelta (sciolta) y sin mujer” Giovanni Morelli no ha podido borrar nunca de sus ojos, de su corazón, de su imaginación, los momentos atroces de la última enfermedad de su hijo Alberto. Un lunes por la mañana, al pobre niño (tenía diez años) le sobrevino cuando estaba en la escuela una hemorragia nasal acompañada de náuseas y cólicos. Después la fiebre no le abandonó ya más. Al cabo de dos días, en medio de vómitos, sintió un vivo dolor en la ingle. Su estado empeoró de día en día. El dolor era tan agudo, tan torturador, sin una sola hora de pausa en dieciséis días, que el chiquillo no cesaba de gemir y de gritar. Todos los que se hallaban a su alrededor, por curtidos que estuviesen, se sintieron trastornados. Cuando Valorino di Barna Ciuriani concluye en 1430, a los setenta y siete años, el libro ricordanze comenzado en 1324 por su abuelo, puede lanzar una mirada melancólica sobre el registro civil redactado por él en sus últimas páginas y consagrado a sus familiares. Sin contar a los recién nacidos, ha visto desaparecer, entre los veinticinco y los treinta años, a una niña de un mes y a su padre de cincuenta y ocho años; a los treinta y siete años, a una muchacha de catorce, y a un bebé de once meses; a los cuarenta y siete, a dos muchachas de trece y quince años respectivamente; y ya sexagenario, a tres hijos de alrededor de treinta y cinco años, a su esposa, a un hijo de cuarenta y cuatro y a una nieta de diecisiete. Había iniciado su diario a los veinticuatro años. Pero la experiencia de la muerte es mucho más precoz. Su hijo Luigi, muerto a los treinta y seis años, había vivido los mismos duelos (hermanas de catorce, quince y trece años; un hermano pequeño de once meses, un hermano de treinta y un años) cuanto tenía nueve, diez, diecinueve, veinte y treinta y uno. Moralista: En opinión de Paolo da Certaldo: “la mujer es cosa sana y frívola (…). Si tienes mujeres en casa, vigílalas de cerca; date con frecuencia una vuelta por casa y, al tiempo que te dedicas a tus ocupaciones, mantenlas (a las mujeres) en la aprensión y el temor”, y más adelante: “Que la mujer imite a la Virgen María, que no salía de su casa para charlar a diestro y siniestro, echarles el ojo a los tipos guapos y andar pegando la oreja a las cosas vanas. No permanecía encerrada, sujeta, en lo secreto de una casa como es debido. Diálogo en Venecia, entre una madre y su hija: “Hija mía, ¿qué ha sido de tu chal? - Madre mía, se me desprendió del cuello ayer noche, cuando estaba en el balcón, y no sé a dónde ha podido ir a caer. Ha debido de recogerlo ese chico.” La madre (mujer experimentada): “¿Cuánto tiempo hace que os traéis estos manejos? - Madre mía, desde hace casi un año” Leonardo Giustinian, a comienzos del siglo XV). Las jóvenes de Génova son desde luego idénticas; helas aquí, según un versificador local, “a estas tiernas ninfas en edad de merecer; cualquiera puede verlas, ya que están apostadas, deslumbrantes y emperifolladas, en las ventanas; por supuesto, dispuestas a mirar y a que se las mire. Cada muchachita sonríe a su galán. Y le arroja flores, frutas, nueces, cuanto puede servir de prenda de su amor. Se intercambian confidencias y bromas (...) Cuando un padre sorprende a su hija en estos tejemanejes no lo lleva a mal, aunque se trate de su enamorado; encerrada como ella está, es muy libre de conceder al elegido toda clase de palabras tiernas; no habrá realidades a continuación.” Consejos moralistas. Dominici: “Casa a tu hija en tu propio ambiente, con la dote requerida” Alberti: “Tomar mujer es lo mismo que buscar belleza, parentesco, riqueza. Aseguraos del parecer de todos vuestros mayores”. Ellos conocen por menudo las familias, incluidas las abuelas, de todos los candidatos posibles”. Un pintor sienés sorprende su esposa, una mujer soberbia, en flagrante delito de adulterio (hacia 1350-1380). Las injurias y los gritos que llueven de una y otra parte revelan las tensiones que han podido acarrear la ruptura: EL.-Puta asquerosa, me llamas borracho, pero eres tú la que has escondido a tu compinche detrás de mis crucifijos (es un pintor de crucifijos). ELLA.- ¿Me estás hablando a mí? EL.-No, a un asno de mierda. ELLA.- No te mereces más. EL.- ¡Cochina, que no tienes vergüenza! Ni sé por qué no te meto este tizón donde tú sabes. ELLA.- Ni lo intentes... por la cruz de Dios. Como me toques, lo vas a pagar caro. EL.- Marrana indecente, igual que tu compinche (etc.) ELLA.- ¡Maldito al que se le ocurre casar a su hija con un pintor, que sois todos unos apaleados y unos chiflados, siempre empinando el codo, pandilla de sinvergüenzas! Texto A) San Quintín: (1195) “es cosa sagrada y costumbre en nuestra comuna que ni la justicia del conde ni la justicia del alcalde, por un delito, pueda penetrar en la cámara de un burgués o de un jurado, ni podrá de ninguna manera romper sobre él la puerta si está cerrada”. Texto B) “Y si su señor hubiera retenido indebidamente sus cosas y no le quisiere reconocer su derecho, nosotros haremos justicia; y averiguaremos según nuestro poder todas las cosas que le fueron quitadas y tomaremos garantía por las cosas perdidas. Y para ir y venir ante su señor, nosotros lo conduciremos por salvoconducto allí donde tenga derecho a ser convocado” Texto C) Laon (1128) “cualquiera que sea recibido en esta paz edifique una casa para sí, o compre viñas, o lleve a la ciudad toda su riqueza mueble, todo en el término de un año, para que el oficial de justicia pueda cumplir en ellas, si fuere necesario, sus sentencias” Texto D) Rouen (fines siglo XII) “nadie debe permanecer mas de un año y un dio en la ciudad si no es jurado de la comuna. Durante ese tiempo, y antes de haber jurado, no podrá gozar de ninguna de las libertades de la ciudad“. Texto E) Lincoln (1160) el rey: “si alguien hubiese permanecido en la ciudad de Lincoln durante un año y un día, sin ser reclamado por parte de ningún reclamante, y hubiese adoptado las costumbres, y fuera capaz de demostrar por medio de las leyes y costumbres de la ciudad, que el reclamante hubiese estado en tierra inglesa sin reclamarlo, en el futuro permanecerá como en el pasado en paz,…como mi ciudadano” Texto F) San Quintín: “cualquiera que lo desee y de cualquier parte que venga, salvo que sea ladrón nocturno o diurno, podrá vivir en la comuna; y desde el momento en que haya entrado en la ciudad nadie podrá apresarlo violentamente, si no es por la justicia común de los escabinos” 16.- Privilegios concedidos por Federico I a Lübeck (1188): a.- [Los burgueses] tienen pleno derecho sobre los bosques de Dassow, Klütz y Brothen, de manera que pueden cortar lo que ellos necesiten para calentarse, la construcción de barcos, casas y otros edificios de la LAS CIUDADES MEDIEVALES: textos 6 ciudad, pero sin fraudes, para evitar que los navíos, que les son necesarios y les sirven, sean vendidos por aquí y por allá sin necesidad, y que se construyan para otros; o bien se venda o se entregue esta madera a otros países. b.- Por otro lado, puedan hacer pacer sus cerdos e igualmente el ganado mayor y menor en toda la tierra del conde Adolfo, pero de modo que estos Cerdos o ganado puedan volver dentro de la misma jornada de pastoreo en marcha, al lugar de que partieron por la mañana. c.- Además, en su favor les confirmamos los derechos que les concedió el primer fundador del lugar, Enrique, en otro tiempo duque de Sajonia, y que él reforzó con su privilegio. Les hemos concedido igualmente el patronato sobre la iglesia parroquial de la bienaventurada María, de forma que, muerto el cura, los ciudadanos, como patronos, elijan al cura que les agrade y lo presenten al obispo. d.- Por otro lado, con sus mercancías vayan y vengan libremente por todo el ducado de Sajonia, sin pagar tasa ni aduana (tonlieu), salvo en Artlenburg. e.- Aquel de entre ellos, cualquiera que sea, que caiga bajo la justicia por alguna causa, en todo el territorio de nuestro imperio y del ducado, se justificará por juramento ante el juez del lugar, sin ser encarce1ado, según el derecho de la mencionada ciudad. f.- Además, todas las ordenanzas concernientes a la ciudad serán de la competencia de los cónsules. De todo lo que ellos recibieren, dos partes irán a la ciudad, y la tercera al juez.... Que todos los cónsules tengan, por nuestra concesión, la prerrogativa de verificar la moneda tantas veces en el año como ellos deseen. Si el monedero ha cometido fraude, que pague la multa, y de todo lo que perciban de dicha multa, la mitad pertenezca a los ciudadanos, y el resto al poder regio. g.- Además, le confirmamos, como favor especial, que ninguna persona, de rango elevado o humilde, no pueda molestar a la dicha ciudad con edificios ni en el interior ni en el exterior de sus muros, o fortificaciones sobre el territorio [...] Los ciudadanos de la dicha ciudad no irán a ninguna campaña militar, pero defenderán su ciudad... (Codex Divlomaticus Lubicensis, I, p. 9). 17.- “Establecimientos” de Rouen, 1160-70) (extracto): a.- Cuando sea preciso designar un alcalde en Rouen, los cien que se han constituido pares elegirán tres hombres prudentes de la ciudad que presentarán al rey, quien nombrará alcalde al que elija de entre ellos. b.- Entre los cien pares, veinticuatro serán designados por consentimiento de los cien pares. Los veinticuatro serán cambiados cada año. Doce de entre ellos serán nombrados escabinos, y los doce consejeros. Estos veinticuatro, al comienzo de su año, jurarán mantener los derechos de la Santa Iglesia, guardar fidelidad al rey y conservar la justicia. Jurarán también juzgar rectamente ellos mismos según su conciencia, y si el alcalde les confía un secreto lo guardarán; y si alguno lo revela será depuesto de su oficio, y quedarán a disposición de la comuna. c.- Si un jurado de la comuna mata a su conjurado y luego huye o es convicto, su casa será destruida. Y si puede ser apresado, quedará a disposición de la justicia real con sus bienes muebles. d.- Nadie debe permanecer más de un año y un día en la ciudad si no es jurado de la comuna. Durante esa estancia, y antes de haber jurado, no podrá gozar de ninguna de las libertades de la ciudad. No puede ser recibido en la comuna y jurarla sino ante el alcalde y los escabinos sentados en sus escaños. Prestado el juramento, tendrá todas las franquicias de la ciudad. e.- Si un jurado quiere abandonar la comuna, y dice que en lo sucesivo él no quiere formar parte de ella, deberá salir de la ciudad, y desde entonces él no gozará más de las franquicias de la comuna, y no podrá entrar mas que tras haber estado fuera un año y un día, y solamente jurando de nuevo la comuna ante los escabinos en pleno, ante el alcalde y los pares. f.- Si el preboste o el vizconde del rey quieren intentar una acción contra un jurado, el preboste o el vizconde deberán presentarse ante el alcalde, y aquí, ante el alcalde, se le deberá hacer justicia. g.- El vizconde de la ciudad no puede poner mano sobre un jurado por razón de un delito, salvo en caso de muerte de hombre. El que es convicto de muerte de un hombre es puesto en manos de la justicia del rey nuestro señor con todos sus bienes muebles. Si posee casa o huerto, estos bienes quedan en poder del alcalde y de la comuna para hacer justicia. h.- El alcalde, al comienzo de su año, jurará no hacer nada por alcanzar del señor de la tierra, ni de los barones, el permanecer como alcalde más allá de su año, sino por el consentimiento del común de la ciudad. i.- El alcalde, los escabinos y los pares, al comienzo de su escabinado, jurarán juzgar con equidad, y no dejarse llevar de la injusticia, ni de la enemistad, ni de la amistad. Jurarán no aceptar dineros ni regalos, y de juzgar con equidad, según su conciencia. 18.- Nombramiento de los alcaldes de Brujas (1241-1244).- Tomás, conde de Flandes y de Hainaut, y Juana, su esposa, condesa de Flandes y de Hainaut. A todos los que vean la presente, salud en Dios. Sepan todos cómo hemos sido frecuentemente requeridos por los escabinos y la comunidad de la ciudad de Brujas para concederles la renovación anual de la alcaldía... Cada año, pues, el día de la Purificación de la Virgen, nos, o uno de nos, escogeremos a los alcaldes, y si nos no podemos estar presentes, la elección se hará por miembros jurados de nuestro Consejo, autorizados por cartas patentes… Ningún artesano, cualquiera que sea, puede ser elegido como alcalde, a menos que se haya abstenido de todo trabajo manual desde un año y un día antes, y que haya entrado en la Hansa de Londres... Los nombres de los artesanos son: tintoreros, peleteros, cordoneros, pescadores, carniceros, herreros, forjadores, panaderos, bolseros, cerveceros de hidromiel, carpinteros, merceros, albañiles, tundidores, tejedores. (Warnkoening: Histoire de la ville de Bruges, Bruges, 1851). 19.- Opinión gobernantes urbanos: Vemos que en varias ciudades los pobres y los medios no tienen parte alguna en la administración urbana, sino que ésta está acaparada por los ricos, ya que e1 común los teme en razón de su hacienda y de su linaje. Si acontece que uno de ellos es durante un año alcalde, jurado o recaudador, al año siguiente coloca en el puesto a su hermano, su sobrino o su pariente más próximo, de modo que, en diez o doce años, los ricos consiguen toda la administración de las buenas ciudades. Luego, cuando el común reclama las cuentas, se amparan unos a otros. En las ciudades de comuna se quejan mucho de los impuestos, porque a menudo sucede que las gentes ricas que gobiernan los negocios de la ciudad declaran menos de lo que deben, tanto ellos como su familia, hacen beneficiar de las mismas ventajas a otra gente rica, y así todo el peso recae sobre el conjunto de gente pobre. (Beaumanoir: Costumes de Beauvaisis, Ed. Salmon. París, 1899-1900). “Nuestra ciudad, gracias a Dios, sobrepasa a las demás en fuerza, riqueza y agradables cualidades. Si, por tanto, queremos conservar la fama, la nobleza y la paz, y destruir, además, a nuestros hostiles vecinos, seria discreto y muy útil comenzar a crear caballeros nacidos en nuestra ciudad” (cronista Caffaro) Otto de Freising (consejero del emperador Federico): “para que no les falten los medios de avasallar a sus vecinos, no desdeñan conceder el cinto de caballero o los grados de esta distinción a jóvenes de estado inferior, o incluso a algunos que trabajan en los más bajos oficios mecánicos, a los que otros pueblos excluyen como la peste de las más respetadas y honorables actividades”. 20. Los abusos de la oligarquía.- El prebostazgo de París se vendía por entonces a los burgueses de la ciudad o a alguno de ellos. Cuando alguno lo compraba, sostenía a sus hijos o sobrinos en sus ultrajes, pues los jóvenes confiaban en sus padres y amigos cuando estaban a1 frente del cargo. Por ello, el pueblo menudo estaba postergado y no podía obtener justicia de los hombres ricos, por los grandes presentes que estos hacían al preboste. El que decía en este tiempo la verdad delante del preboste, o quería guardar su juramento para no ser perjuro por haber tenido que responder por deudas o por alguna otra cosa, era multado por el preboste y castigado. Por las grandes injurias y rapiñas que eran cometidas en el prebostazgo el pueblo menudo no osaba permanecer en la tierra del rey, sino que iba a morar a otros, prebostazgos y señoríos. [...] Por ello, había multitud de malhechores y ladrones en París, que se extendían a toda la región. El rey puso gran diligencia para guardar al pueblo menudo. [...] Hizo encuestas por todo el reino a fin de encontrar un hombre capaz de administrar buena y rígida justicia, y que no favoreciese a los ricos más que a los pobres. Se le indicó Etienne Boileau, el cual guardó de tal forma el prebostazgo que ni malhechores, ni ladrones, ni asesinos osaron permanecer en París, que no fuesen colgados o aniquilados, sin que sus padres, linajes, oro y plata pudieran servir de garantía. La tierra del rey empezó a recuperarse, y el pueblo vino a ella, al ver la buena justicia que se administraba. Se multiplicó y enmendó tanto, que las ventas, compras, tomas de posesión y otras cosas crecieron la mitad de año en año (Joinville: “Histoire de Saint Louis”, cap. CXLI, en Historiens et chroniqueurs du Moyen Age, Paris, 1952, p. 362). LAS CIUDADES MEDIEVALES: textos 7 21.- Conflictividad urbana.- La vuelta a Florencia de la citada hueste (1250) levantó entre los ciudadanos una gran agitación. Los gibelinos, que poseían el señorío de la dicha ciudad, hacían, en efecto, pesar sobre el pueblo cargas insostenibles, impuestos y tasas diversas; y esto sin gran beneficio, porque los güelfos, dispersados por el condado de Florencia, controlaban castillos, luchaban contra la ciudad, y además, los de la casa Uberti, y todos los otros nobles gibelinos, a fuerza de extorsiones, de abusos de poder, de arbitrariedades, tiranizaban al pueblo. Por este motivo, los buenos ciudadanos de Florencia se levantaron de común acuerdo, y establecieron su cuartel genera1 en la iglesia de san Florencio Pero debido a la fuerza de los Uberti, no osaron permanecer allí, y fueron a instalarse en 1a iglesia de los frailes menores de Santa Cruz. Pero, una vez allí instalados y armados, no osaban volver a sus casas, por miedo a ser derrotados por los Uberti y los otros nobles, y condenados por la Señoría, una vez desarmados. Por ello se dirigieron armados hacia la casa de los Anchioni de San Lorenzo, los cuales eran muy poderosos, y se mantenían siempre armados, y su poder les permitía nombrar36 jefes del Pueblo. Quitaron la Señoría al podestá que entonces la tenía, y cesaron a todos los oficiales. Hecho esto, se organizaron sin que nadie se opusiese. Dieron al Pueblo una nueva organización y nuevos estatutos, y eligieron como capitán del Pueblo a miser Uberto de Lucca. [...] designaron también 12 ancianos del Pueblo, dos por distrito, los cuales guiaban al Pueblo y aconsejaban al citado capitán. [...] Este mismo día, 20 gonfalonieros destinados al Pueblo fueron enviados por dicho capitán, repartidos por compañías y por vecindades. Se reagrupó a las parroquias, de suerte que, en caso de necesidad, cada una acudiese con su gonfaloniero; y luego, con los dichos gonfalonieros, se reuniesen con el citado capitán del Pueblo. [...] Es así como se organizó el primer Pueblo de Florencia. Para mejor reforzar al Pueblo, decidieron y emprendieron la construcción de un palacio, el cual está detrás de la plaza de San Apolinar, en piedra tallada y con torre. Anteriormente, la comuna de Florencia no tenía palacio; la Señoría se establecía tanto en una parte dé la ciudad como en otra. Cuando el Pueblo se apoderó de la Señoría y del estado se dispuso, para mejor fortalecer al Pueblo, que todas las torres de Florencia (había una gran cantidad de ciento veinte brazas de altura) fuesen truncadas y reducidas a 50 brazas (29 m.), y no más. Con las piedras se amuralló la ciudad al otro lado del Arno. “se trata de formaciones espontáneas, nacidas en la mayor parte de los casos de la lenta maduración de profundos conflictos insertos en la sociedad, pero que ven la luz bruscamente por una cuestión o querella fortuita, se organizan, pues, en el tumulto de la acción, al azar de las circunstancias y de precarios equilibrios, sin ningún afán de rigor; son conjuntos heteróclito s de hombres de toda condición, de señores y de clientes, de ciudadanos y de rurales, con horizontes e intereses muy diferentes, lanzados a la misma aventura política o guerrera con ambiciones inmediatas muy diversas” 22.- Los bandos en Sevilla: De aquí se originó una sedición y universal trastorno entre los sevillanos (1468). El incendio de la casa de Fernando Arias de Saavedra, primogénito del comendador Gonzalo, y el confinamiento de sus parientes en la villa de Alcalá de Guadaíra. Por lo cual, el conde, viendo crecer las disensiones, y recelando la reconciliación de los Saavedra con el duque. [...] A las quejas sucedió la disensión, que empujando los ánimos de unos y de otros a la guerra civil, empeñó a toda la ciudad de Sevilla en esta porfía. No tardando en reunirse sediciosamente; ocupar, armados y a toda prisa, los templos; meter gente en las torres; y asegurar cada bando las puertas de la ciudad contra el otro. Era dueño el conde de Arcos de tres, situadas en un ángulo reducido de la población, y así se adelantó a ocupar la iglesia de San Pedro, paso más fácil para los lugares de su partido. y con la mayor diligencia que pudo opuso sus escasas fuerzas a las numerosas del duque. Estas tomaron inmediatamente la casa contigua al templo, y, atendida la proximidad de ambos puestos, fue milagro no trabarse lucha Hicieron al punto honda mella en el ánimo del marqués estas sugestiones (1471), y creciendo su orgullo con el favor del rey [...] fue disponiendo en lo más recóndito de su morada máquinas y pertrechos, que, en un repentino tumulto, infundiesen espanto a los contrarios. En tanto, su casa era cuartel general de homicidas, rufianes y sicarios, con objeto de que la ciudad, viéndose continuamente molestada por aquellas turbas de malhechores que la infestaban, reconociese cuán incapaz era el duque don Enrique, para salir a la defensa de los oprimidos, que era lo que se proponía el rey y el maestre, diestro artífice de discordias. (Alonso de Palencia: Décadas, 1-244, 11-14). 23.- La formación del mercader: La pluma es un instrumento tan noble y tan excelente, que es absolutamente necesario para el mercader... Cuando veáis un mercader para el que la pluma es una carga... podéis decir que no es un mercader... Es así, que el mercader debe tener tres libros: el libro mayor, el diario y el memorandum. El Libro Mayor debe llevar un índice alfabético, con ayuda del cual se pueda encontrar rápidamente no importa qué cuenta. Debe ser señalado con una A. En su primera hoja debe ser invocado el nombre de Dios. Hay que anotar también el número de hojas que lo forman. En el Diario recomponed vuestro capital rúbrica por rúbrica, y luego haréis la inscripción en el Libro Mayor. Entonces estaréis en condiciones, si queréis, de poner en marcha vuestro negocio, y de hacer producir vuestro capital. Cuando hayáis rellenado vuestro registro, cerrad todas las cuentas que estuviesen abiertas, estableced el balance de cada una, en deuda o en crédito, y transcribirlos en la última página. Luego lo inscribiréis en un nuevo registro..., en cuentas distintas. Marcaréis el Diario con la letra B. En el Memorandum anotaréis cada tarde, o cada mañana, antes de salir de casa, todas las transacciones efectuadas durante el día: ventas, compras, pagos, ingresos, cambios. Además tendréis siempre con vos un pequeño ayuda-memoria (cuaderno de notas). Al final de cada año confrontaréis el Libro Mayor con el Diario, haciendo el balance, y registrando los beneficios y las pérdidas en la cuenta de vuestro capital. (Benedetto Cotrugli: Dellá mercatura e del mercante perfetto, 1458, en Colección U). 1.- “son gente trabajadora, sin ahorros ni reservas, que no tiene más que su trabajo para vivir, al borde de la miseria a veces, pero siempre, en cualquier caso, débiles y desprovistos de la menor seguridad en la sociedad urbana” (Bernard Chevalier) 2.- “es el que de forma permanente o temporal, se encuentra en una situación de debilidad, de dependencia, de humillación, caracterizada por la privación de medios, variables según las épocas y las sociedades, de poder y consideración social: dinero, relaciones, influencia, poder, ciencia, cualificación técnica, honorabilidad del nacimiento, vigor físico, capacidad intelectual, libertad y dignidad personales. Viviendo al día, no tiene ninguna posibilidad de superarla sin ayuda de otro" (Michel Mollat). 25.- Abusos de los empresarios oligarcas.- María de Lices declara bajo juramento que su madre, la difunta Sara de Lices, sirvió al señor Jean Boinebroke fabricando tejidos durante doce años o más, y cuando ella hizo sus cuentas con el señor Jean, tuvo que tomar géneros en especie por más de lo que valían, por miedo a perder la clientela del dicho Jean, y sus ganancias. Esto lo estima en más de 48 libras de París, las cuales reclama (G. Espinas: Les origines du capitalisme, Lille, 1933). 3.- Decreto del III Concilio de Letrán (1179): La Iglesia de Dios, como madre piadosa, está obligada a velar por la felicidad del cuerpo y del alma. Por esta razón, para evitar que los pobres, cuyos padres no pueden contribuir para su sustento, pierdan la oportunidad de estudiar y progresar, cada iglesia-catedral deberá establecer un beneficio suficientemente largo para proveer a las necesidades de un maestro, el cual enseñará al clero de la respectiva iglesia y, sin cobrarles, a los escolares pobres. [...] Nadie llevará dinero por la concesión de la “licencia docendi”, [...] y no podrá ser negada la licencia para enseñar a ningún candidato cualificado (Chartularium Universitatis Parisiensis, ed. L. Thorndike, Columbia University Press, New York, 1944, p. 21). Enseñanza popular: “...encontramos que muchachos y muchachas que están leyendo son de ocho a diez mil; los muchachos que están aprendiendo el ábaco y cálculo en seis escuelas, de mil a mil doscientos” (Giovanni Villani, Crónica de Florencia, h. 1330). Canción de las tejedoras: Siempre telas de seda tejemos, / Y no por eso iremos mejor vestidas. / Siempre seremos pobres y desnudas. / Y siempre tendremos hambre y sed. / Jamás sabremos ganar tanto, / que mejor hayamos de comer. / De pan tenemos, sin cambiar, / Por la mañana poco y por la tarde menos, / Pues del trabajo de nuestras manos / No tendrá cada una para su vivir, / Sino cuatro dineros de libra. / Y de esto no podemos / Tener bastante comida y vestido. / Pues quien gana en una semana / Veinte sueldos no está fuera de pena. / Y estamos en gran miseria. / Pero se enriquece con nuestro salario. / Aquel por el que nosotras trabajamos. / De las noches, gran parte
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