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Orientación Universidad
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Literatura medieval, Apuntes de Literatura Española

Asignatura: Literatura Española Medieval: desde los Orígenes al Siglo XIV, Profesor: Gómez Moreno, Carrera: Español: Lengua y Literatura, Universidad: UCM

Tipo: Apuntes

2012/2013
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Subido el 24/01/2013

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¡Descarga Literatura medieval y más Apuntes en PDF de Literatura Española solo en Docsity! 1. La edad media y sus límites La fecha tradicionalmente aceptada para su inicio es 476, en que desaparece el Imperio de Occidente, tras la derrota de Rómulo frente a Odoacro. En otros casos, para marcar el terminus a quo se prefiere alguna figura señera como San Agustín , de quien se ha dicho que fue el último hombre del mundo antiguo y el primer hombre medieval, Boeccio e incluso San Isidoro de Sevilla. Para el terminus ad quem, la data de referencia es 1453 (toma de Constantinopla por los turcos), aunque también se usen 1492 (final de la Reconquista) o 1500. ¿Qué había pasado? Comencemos por un siglo XIX que buscó la esencia de la cultura Occidental en esa magna transformación, con epicentro en Italia. Ocurrió que en 1859 Georg Voigt había publicado su obra maestra sobre el resurgimiento de la antigüedad clásica. Burckhardt no lo vio a tiempo para usarlo, pero con su propio libro logró llegar al lector culto y magnificó la importancia que él adjudicaba a ese despertar cultural. Los dos libros serían leídos a la par por atribuir una importancia inmensa a ese resurgimiento de la cultura. En pleno siglo XV, se oyó la voz de cuantos habían logrado captar la esencia de tan formidable cambio, reflejada en el ámbito de las artes plásticas. En Italia y fuera de ella, comenzó a expandirse la idea de que en pintura, había que continuar la senda de Giotto y Cimabue. En arquitectura se reivindicaban los modelos del pasado, con los apuntes teóricos de Vitrubio. En escultura, se imponía adoptar el patrón de unos vetera vestigia (restos antiguos) que hacían las delicias de los coleccionistas. En literatura, se impusieron unos géneros concretos: la epístola, el diálogo y el discurso. Se revitalizó el retrato literario. La novedad se percibía también en la implantación de un nuevo programa educativo que complementaba al de las artes liberales del Medievo, con su trivium (Retórica, Gramática y Dialéctica) y quadrivium (Aritmética, Geometría, Música y Astronomía). Las disciplinas en que se ponía el énfasis eran ahora la Historia, la Poesía y la Filosofía Moral. Se reivindicó el vernáculo, se recuperó la lengua griega (conocida sólo por eruditos) y se impulsó una nueva propedéutica (enseñanza preparatoria para el estudio de una disciplina) del latín, bajo los nombres de Lorenzo Valla de Italia y Nebrija de España. Los prólogos a sus respectivos manuales apuestan por la lengua de los clásicos. Los humanistas marcaban distancias con un Medievo en fase terminal. Sin embargo, el Medievo gozó en el siglo XVI de una continuidad manifiesta en todos los órdenes; por eso, ésta como otras clasificaciones ha de tomarse de manera flexible. No se cortó radicalmente con el pueblo, sino que la estética y el pensamiento medievales siguieron vivos tras experimentar transformaciones más o menos profundas; es más, sin apelar al Medievo no podría captarse la esencia de obras etiquetadas como renacentistas. Sin los regimientos de príncipes de la Baja Edad Media no se habría escrito El cortesano de Castiglione. El cortesano (XVI) un libro de cortesía medieval reescrito bajo la influencia de los ideales clásicos de comportamiento; o como adaptación de esos ideales adecuándolos a una situación no clásica. En la literatura española, la continuidad se percibe en la poesía de cancionero, la novela sentimental o los libros de caballerías: •La revolución poética de Garcilaso de la Vega y Boscán de estilo italianizante no se entienden sin los cancioneros castellanos, que inundan toda la centuria hasta alcanzar a la última edición del Cancionero General de Hernando del Castillo, durante ese tiempo la estética cancioneril permaneció vigente y, de hecho, mantuvo su primacía en el mercado editorial hasta la segunda mitad del siglo XVI. 1 •Los relatos sentimentales, que habían visto la luz a mediados del siglo XV, se siguieron leyendo y escribiendo durante el siglo XVI. •Por lo que a los libros o novelas de caballerías se refiere, no se olvide que el Amadís es en gran medida una obra renacentista, pues se editó, refundió, imitó y tradujo por toda Europa a lo largo del siglo XVI. El género de los libros de caballerías españoles, aunque tiene raíces medievales, es hijo del siglo XVI. El certificado de defunción de este género vino con el Quijote de la Mancha. La estética medieval perdió su vigencia y comenzó a verse como un producto de antaño. Los primeros atisbos de ese cambio se perciben en los trabajos eruditos de Alvar Gómez de Castro, al recoger numerosos fragmentos de textos de la E. Media, entre ellos, el Libro de Buen Amor. De modo harto revelador, el pasado medieval se separa de la era moderna en la Bibliotheca hispana vetus de Nicolás Antonio. 2. Orígenes del español: primeros vagidos literarios El español es una lengua románica o romance porque deriva directamente del latín. Los estudiosos han percibido en el español, diferentes sustratos que obligan a remontarse hasta las lenguas prerromanas, esto es, las lenguas habladas por lo primitivos pobladores de la Península. La lengua española, en su evolución, revela otros influjos, entre los que destaca el 2 Por supuesto, el influjo se ejerció también a la inversa: desde la literatura cristiana (latina y vernácula) a la literatura árabe. Frente a lo que se pensaba en el pasado, a la mayoría hoy nos parece clara la precedencia de las formas zejelescas europeas respecto de las empleadas en la poesía hispano-árabe e hispano-hebrea. La siguiente propuesta resulta plenamente convincente: •En la baja latinidad debió existir una lírica de tipo tradicional organizada formalmente en estrofas por el uso de la rima. •En el ámbito de esta lírica se constituyó el zéjel antes del año 900 como una estrofa para cantar. AA // bbb / a aa // βββ / a •Esta lírica sobrevivió a la arabización de Al-Andalus, dando lugar al zéjel y la moaxaja. Queda asimismo el testimonio vivo de las jarchas. •Hacia 1200 se había impuesto en las zonas de expresión lírica francesa y provenzal el tipo *AA // bb / aa aa // ββ / aa que en su forma musical debía estar ya extendida por toda la Romania. •La expansión del tipo que venimos llamando “romance” desterró de toda la Romania el modelo musical zejelesco pero no su correspondiente esquema estrófico; como resultado de esta situación se creó en Italia, Castilla y Portugal el híbrido. AA // bbb / a aa // ββ / a a Nuestra literatura muestra, sobre todo, contactos con otras culturas románicas, particularmente con la francesa, la occitana, y al cierre del Medievo, la italiana. Cuando hablamos de nuestra literatura primitiva, nos referimos a un cuerpo textual relativamente amplio, en prosa y en verso, que datamos entre el final del siglo XII y la segunda mitad del siglo XIII. El terminus ad quem (límite hasta el cual), corresponde a la obra alfonsí, que se apoya en una lengua perfectamente desarrollada, apta ya para transmitir todo tipo de materias y contenido. Para llegar a ese punto, el español pasó por una larga fase de formación de la que hoy se conocen algunos testigos. Las Glosas emilianenses son breves aclaraciones a pasajes diversos del códice 60 de la Real Academia de la Historia, que contiene un conjunto de vitae patrum, numerosas homilías y otros materiales de naturaleza religiosa. Por lo común, las apostillas no son de más de dos o tres palabras en español primitivo; otras hay, en cambio, en que la glosa se extiende en una o varias frases. El español primitivo carecía de estabilidad; por ello, al estudiar sus testigos resulta difícil una adscripción cronológica y geográfica precisa. En el Auto de los Reyes Magos, con sus rimas anómalas, se ha querido ver a un autor occitano o catalán escribiendo en lo que sería el español de Toledo a mediados del siglo XII. En cuanto a su fecha, en los últimos años se ha pasado de datar el único testimonio conocido en las medianías del siglo XII a aproximarlo al cierre de esa centuria. La propuesta de un influjo occitano en la lengua del Auto es más que razonable, de acuerdo con el análisis lingüístico oportuno y a la luz de unos datos históricos verdaderamente reveladores, pues muestran hasta qué punto fue común la circulación y la presencia estable en tierras de España de gentes venidas del Midi francés; no puede extrañar que incluso algunas de las principales obras de la literatura occitana hayan sido escritas en España y, propiamente, por españoles. El caso de la Razón de amor es semejante, ya que, mientras Menéndez Pidal, el poema está escrito en un aragonés trufado de castellanismos, para G. H. London sucede justo lo contrario: la lengua es la castellana, impregnada de numerosos rasgos aragoneses; en fin, para David Hook, en esta obra, sólo cabe hablar de lengua castellana sin más. 5 En todo caso, y a modo de resumen, cabe decir que, en esa época hubo tres grandes dialectos o zonas dialectales: el castellano, del reino de Castilla; el astur-leonés, del reino de León; y el navarro-aragonés, de los reinos de Navarra y Aragón. 4. Creación literaria y transición La latinidad esencial del español no sólo es irrefutable en términos filológicos, sino que ha formado parte del ideario básico de los españoles de todos los tiempos sobre todo, entre los siglos XV-XVII. Se llegó a defender la idea de que el español era la lengua más próxima al latín, aunque para ello hubiese que aducir términos aberrantes, en los que nuestro vernáculo era literalmente trastornado por completo. En el trasfondo, hay una realidad irrefutable: la latinidad de nuestra cultura, que algunos intelectuales defienden de manera extrema. El colmo lo hallamos en Annio de Viterbo, para agradar a sus mentores en Italia y a sus protectores en España, sostuvo que los cimientos de sus respectivas civilizaciones había que buscarlos directamente en la Antigüedad bíblica. Noé, padre de la humanidad, no sería otro que Jano, primer rey de Italia; por otra parte, España había sido fundada por Tubal Caín. Lo cierto, es que, desde el ocaso del Mundo Antiguo hasta el advenimiento de la Era Moderna, España nunca perdió de vista que su esencia estaba en la antigua Hispania, que había dado a Roma a Séneca, Lucano, Quintiliano y Marcial. También se pensaba que Trogo Pompeyo era español, hasta voces hubo, como las de Lucas Tuy y Juan Gil de Zamora, que defendieron que el mismísimo Aristóteles era oriundo de España. España era también la nación en la que habían nacido Trajano, Adriano y Teodosio. En los siglos medievales España tenía su referente primordial e inobjetable en una Europa que era romana y cristiana. Las letras españolas del periodo forman parte indisoluble de un doble universo: el de la literatura mediolatina europea y el de las literaturas románicas del Medievo. Las investigaciones de Manuel C. Díaz y Díaz han puesto de relieve que, incluso 6 durante la hegemonía musulmana, la España cristiana fue enteramente europea, al igual que las tierras nuevamente recuperadas. Así las cosas, el rebufo del Prerrenacimiento del siglo XII pudo sentirse ya en la práctica totalidad de la Península Ibérica. La centuria se abrió con títulos como Planeta, obra latina de carácter enciclopédico compuesto por Diego García de Campos, y con el no menos enciclopédico Libro de Alexandre. España pronto se hizo eco de las principales novedades literarias de una centuria marcada por los grandes cambios. La primera de todas ellas es una todopoderosa poesía latina con patrón rítmico- acentual, activa a ambas partes de los Pirineos. Si descendemos al caso concreto de los goliardos, hoy sabemos que su poesía (a la que caben los calificativos de erótica, báquica y satírica), fue degustada y cultivada por los españoles, lo que explica la existencia de testigos menores y la de un gran cancionero: los Carmina Riuipullensia o Cancionero de Ripoll. La cronología lleva a afirmar que el germen del drama litúrgico se halla en el Renacimiento o Prerrenacimiento Carolingio, el cuerpo de textos se apoya en códices datados por lo común entre los siglos XI-XII. Esta cronología es compartida por los testigos españoles más tempranos, aunque las huellas del drama litúrgico permanecen en las consuetas de nuestras catedrales hasta comienzos del siglo XVI. Fruto preclaro del Renacimiento del siglo XII es la comedia elegíaca, sus principales hitos, siendo el más difundido en España y en Europa el pseudo-ovidiano Pamphilus de amore, cuyos 780 versos fueron lectura obligatoria en las escuelas. 5. Bases culturales de la España medieval El siglo XIII más temprano vio nacer las grandes universidades españolas y europeas, como París, Padua; en la segunda mitad del siglo XII, sólo existían Bolonia y Oxford. En España, a poco de nacer, la Universidad de Palencia, se aprobaron los estatutos de otras dos instituciones académicas: la Universidad de Salamanca y la Universidad de Valladolid. Este hecho resulta altamente revelador, pues hace las veces de termómetro cultural, al igual que la formación de bibliotecas y la copia y difusión de códices. La hermandad cultural de la Romania existe ab ovo (desde el principio), particularmente en lo que respecta a la enseñanza de la lengua latina y de su retórica. La gramática, común a toda Europa, se apoyaba en el Ars grammatica de Elio Donato (siglo IV), cuyas dos partes se usaban como si de dos obras distintas se tratase; un primer peldaño correspondía al Ars minor, desde el que se pasaba al Ars maior. Más adelante, veremos que la retórica al uso en España era exactamente la misma que se estudiaba en el resto de Europa, con Cicerón al frente de todas las demás autoridades. Esa homogeneidad cultural se fortalecía más desde el momento en que se consumían unas mismas lecturas. El proceso de formación se cimentaba en el estudio de los auctores o auctoritates, una lista en la que estaban los siguientes clásicos: •Donato con sus citadas Artes. •Catón con sus Disticha. •Obras del Cicerón retórico. •De Ovidio hubo textos conocidos por pocos hasta el final del Medievo. •La obra de Virgilio se acompañaba de los obligados comentarios de Donato y Servio y de las reveladoras Vitae Vergilii, quintaesencia del accessus medieval. Virgilio es el príncipe del Prerrenacimiento Carolingio. 7 La cultura de la E. Media Europea siguió estando mayoritariamente bajo el imperio de la voz. Por una parte, entre grandes masas de población que desconocían la escritura en la que seguía existiendo una cultura plenamente oral, de arraigada tradición. Esta cultura se expresaba en los usos y costumbres cotidianos, rituales, festividades, etc. Toda esa producción constituía un patrimonio colectivo, se creaba y recreaba oralmente, se transmitía de boca en boca y de generación en generación y se ejecutaba públicamente. Sólo de manera excepcional llegaron a ponerse por escrito. De modo que nuestro conocimiento de ellos es indirecto y muy insignificante. Ahí radica el motivo que convierte a la literatura oral en algo tan difícil de aprehender (asimilar inmediatamente, llegar a comprender). Por fortuna, se conocen las tres manifestaciones principales de la poesía tradicional del Medievo: las jarchas romances, las cantigas de amigo gallego-portuguesas y los villancicos castellanos. La preservación de las jarchas romances debe a la técnica de composición de la moaxaja por parte de poetas hispano-árabes e hispano-hebreos; partían de un material preexistente como poemillas populares de los cristianos con los que convivían. Dichas canciones pertenecen al universo de la chanson de femme. De esa variedad de cantiga, cabe decir que nos ha llegado gracias a que fueron recogidas, imitadas y remozadas (dar aspecto nuevo) por poetas cortesanos. Desde el punto de vista formal, la cantiga de amigo se caracteriza por la técnica del paralelismo con o sin leixa-pren; un ejemplo claro es la albada del Cancionero musical de Palacio, una canción de mujer con paralelismo y leixa-pren. Por lo demás, nuestra antigua poesía popular posee unos rasgos distintivos como: •Su brevedad; que ha llevado a Stephen Reckert a incorporar, nuestra lírica tradicional a lo que él denomina lyra minima. •Su forma; el núcleo básico es el villancico o estribillo. •Triunfan las seguidillas y las estructuras paralelísticas. 10 7. Juglares y clérigos En la lírica tradicional, el romancero, el refranero y el cuento, toda la población tenía unos bienes culturales comunes: en calidad de transmisores o bien de creadores o, al menos, recreadores. Ocasionalmente, esas y otras piezas pudieron colarse en la actuación del juglar, el arte de este profesional se asocia con poemas narrativos extensos, sobre todo de contenido épico. Menéndez Pidal escribió cientos de páginas para explicar la peculiar interacción entre el juglar y su público. Su teoría, actualizó la visión romántica del pueblo como creador o artista, mostrando lo mucho que pesó el público en los continuos retoques que los juglares dieron a los poemas por ellos transmitidos. Es la teoría del autor-legión: El autor y los repetidores de la balada y de la gesta son esencialmente anónimos; falta en el autor o refundidor el deseo de adquirir gloria literaria, falta en el mero repetidor todo cuidado de repetir fielmente un original aprendido. El arte individualista, el de la canción cortés, por ejemplo, es obra de un poeta que, con voluntad de autor, quiere situarse aparte de sus predecesores, de sus contemporáneos y de sus sucesores, siente el orgullo de su nombre y exige al juglar fidelidad en la repetición; mientras el arte tradicional es obra de un primer poeta popular y de sus sucesivos refundidores que, con voluntad de anonimia, quieren hacer obra para todos y de todos. Así, el juglar, al cantar su poema recreándose en él, lo re-crea, variando su ejecución con incontenible virtuosismo; si desea acreditarse ante el público, es dando al viejo poema alguna brillante novedad, pero no apropiándosela, pues quiere sólo mejorar el relato que es historia antigua, patrimonio de la comunidad entera. (Ramón Menéndez Pidal, La “Chanson de Roland” y el neotradicionalismo (orígenes de la épica románica) [Madrid: Espasa-Calpe, 1959], pp. 55-56) Menéndez Pidal fue montando una teoría monolítica y coherente, en la que su sólido positivismo compensó su manejo de las hipótesis. Éstas, se apoyan, en un cotejo de nuestra literatura con otras tradiciones literarias europeas en las que era también experto. Es tal la fortaleza de la teoría pidaliana que continúa activa a día de hoy, en particular tras el innegable hundimiento de las tesis neoindividualistas de la escuela británica; es lícito afirmar que el neoindividualismo, se precipitó al vacío con el último libro de Colin Smith (The making of the “Poema de mio Cid”, Cambridge: University Press, 1983, trad. Esp. en Barcelona: Crítica, 1985) para dejar su lugar a diversas formas de eclecticismo. Éste era el estado de la cuestión cuando, con su característica prudencia, Francisco López Estrada trazó su Panorama crítico sobre el “Poema del Cid” . De modo revelador, al ver la luz la monumental edición del Cantar de mio Cid de Alberto Montaner, las circunstancias apenas habían cambiado; de hecho, cuando tales indagaciones se realizan en un marco más amplio y se atiende, en particular, a la transmisión de la poesía heroica francesa, el panorama no difiere del trazado por Francisco Rico. La importancia del juglar en la transmisión de la poesía épica es enorme; por eso, Menéndez Pidal acabó por dedicar toda una monografía a esta figura y otras asociadas. El punto de arribaje no es otro que Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas románicas, Madrid: Espasa-Calpe, 1954, que ofrece numerosos testimonios del oficio y espíritu juglaresco, que Menéndez Pidal percibía hasta en el Arcipreste de Hita. Para Pidal, juglaría y clerecía, no son dos formulaciones artísticas opuestas, pues la técnica de juglares y clérigos muestra puntos de encuentro. La separación entre unos y otros no debe ser tajante, como nos enseña la literatura francesa del Medievo; en ella, los poetas épicos muestran idéntico orgullo, por su habilidad para versificar y respetar la verdad histórica, que aquellos que usan el tetrástico monorrimo de versos alejandrinos. En el caso español, la 11 irregularidad manifiesta de la serie épica es la causa por la que la crítica la ha separado drásticamente de la poesía narrativa de tipo estrófico, escrita en cuaderna vía, en dísticos y otras formas afines; con todo, es probable que, si dispusiéramos de información precisa sobre los creadores de nuestra épica medieval, las distancias entre poesía de juglaría y poesía de clerecía se acortarían drásticamente. Mayor seguridad tenemos hoy al determinar la naturaleza de la poesía de clerecía, toda vez que los patrones de que se sirve, en la literatura francesa y en el conjunto de las literaturas europeas, ya sean de raíces románicas o germánicas. La labor del clérigo está estrechamente ligada a la poesía didáctica (también denominada clerical) del siglo XIII ; no obstante, la erudición literaria prefiere la prosa, preferentemente en latín como, con voluntad divulgativa, el romance. En ese sentido, a la clerecía medieval le correspondía: •Traducción de obras de distinto contenido. •Participación en la obra historiográfica que se inicia con Fernando III y se consolida con Alfonso X. •Formación de un cuerpo de leyes para Castilla. •Atención a materias como la geografía, la apologético-religiosa o la enciclopédica. 8. iglesia y literatura La iglesia dio a Europa los grandes intelectuales y literatos: san Jerónimo, san Ambrosio, san Agustín, san Isidoro, etc. Su labor fue fundamental por su obra original y por hacer de transmisores del legado clásico. 12 En comparación a otras lenguas occidentales, el número de Biblias romanceadas en castellano es relativamente escaso. Se conservan catorce manuscritos bíblicos medievales que testimonian un doble momento de actividad traductora: •Grupo de Biblias que engasta en la mitad del siglo XIII. En este caso, la pervivencia de Biblias surge como consecuencia de: -Pervivencia de los equipos de traductores de la Escuela toledana. -Conversión del castellano en lengua oficial de la corte. -Espíritu de religiosidad que se enhebra en torno a Fernando III. -Necesidad de Alfonso de servirse de la Biblia como documento histórico Esencial para la configuración de su obra historiográfica. •Se sitúa en las primeras décadas del siglo XV. Al siglo XIII castellano le corresponde una primera época de actividad traductora, alcanza su máxima expresión en los años de Alfonso X y continúa perfectamente activa con Sancho IV. Tan fértil época para la prosa castellana se inició por los años en que Alfonso era aún príncipe, probablemente el Calila e Dimna y con seguridad el Libro de las animalias que caçan fueron redactados inmediatamente antes de su coronación en 1252. Gracias a la labor traductora de Alfonso X y su equipo vieron la luz obras como el ejemplario o colección de cuentos titulado Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de las mugeres. Sin mediar la necesaria traducción de fuentes árabes y fundamentalmente latinas no habrían visto la luz varias obras relacionadas con Alfonso, como El libro de los doce sabios, Flores de Filosofía o el Libro de los cien capítulos. Tres de las obras de este grupo son, no obstante, un romanceamiento directo del árabe. Las obras que tenemos por originales no son a menudo sino traducciones literales, parafraseadas o refundidas, enteras o fragmentadas, de otras; a este respecto, adelanto que la originalidad, tal como la entendemos en nuestros días, no preocupó a los escritores medievales. En el caso de Alfonso X, en el interior de sus crónicas, hay una elevada concentración de fuentes latinas y vernáculas, de tradición escrita y oral: Alfonso pretendió reunir en la General estoria, “todos los fechos sennalados de las estorias de la Biblia”. Todos los “fechos”, y también todas las “estorias”, incluidas aquellas –como las escritas por Ovidio- que algunos podrían equivocadamente confundir con “fabliellas”. En el caso de la Estoria de España, los historiadores del rey sabio recogieron en un relato homogéneo una muy crecida historia romana, y para el período gótico y neogótico, la historia simultánea de otros pueblos, como la de los árabes y de sus señoríos andaluces. Pero también abarcaron esa otra “estoria”, las “fablas” o “cantares de gestas”, así como la historia poética del “mester de clerecía”. Se abrió paso en la tradición historiográfica el eco de los hechos heroicos de Maitene, Bernardo del Carpio, los Infantes de Lara o Ruy Díaz. En el siglo XIII se continuó con la traducción de aquellas obras que suscitaban especial interés, como el Trésor de Brunetto Latini o el Lucidario. La cultura vernácula del siglo XIV se fundamenta igualmente sobre traducciones de unas fuentes mayoritariamente latinas, como en El conde Lucanor de don Juan Manuel y el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. De no mediar la traducción, este fértil siglo quedaría desposeído de la mayor parte de su producción: su literatura de viajes, sus colecciones de cuentos, los tratados sobre el buen gobierno, las obras de materia cinegética, la tratadística religiosa y doctrinal, los libros de espiritualidad, la literatura de controversia religiosa, manuales para la educación de jóvenes, etc. 15 La actividad traductora continuará, y se verá acrecentada, en el siglo XV. Un renacido interés por los clásicos entre los miembros de los estamentos privilegiados dispara el número de las traducciones acometidas por expertos en letras latinas para la casa real o la alta nobleza. Estos romanceamientos son el más fiel reflejo del renacimiento cultural del siglo XV. “Humanismo vernáculo”, etiqueta con que se alude al fenómeno del romanceamiento de clásicos greco-latinos y de textos contemporáneos para satisfacción de la nobleza sensible a la cultura antigua, cuyos miembros por lo común, no contaban con preparación suficiente para leer latín. En paralelo, lo más granado del hispanismo británico y un sólido grupo de investigadores españoles (Francisco Rico, Pedro Cátedra o Carlos Alvar) se han ocupado del fenómeno de manera intensiva y altamente provechosa. 10. Amor cortés ALGUNAS PINCELADAS DEL AMOR CORTESANO. Primeramente se debe entregar una definición clara y a la vez precisa de este concepto, amor cortés, que por lo demás invade gran parte de la historia desarrollada durante la época medieval, alrededor de los siglos XI y XIV. Este amor no es nada más que una seguidilla de acciones propias de los amantes, desarrolladas durante un periodo de tiempo. Estas acciones, se engloban bajo un contexto casi de sumisión, en el que la mujer toma el rol de superioridad por sobre su amante. Es la mujer el eje central de esta relación, es ella quien maneja las realidades, la encargada de dirigir las riendas de las situaciones que se van desarrollando, en sus manos está el comienzo, desarrollo y desenlace de este amor. El amor cortés tiene sus inicios, como una de la hipótesis, en el Ars Amatoria de Ovidio, donde el autor crea una composición algo irónica y didáctica del amor, llena de sarcasmos. Más tarde, en el Medievo, no fue interpretado de la misma manera. Es decir, los medievales tomaron esta obra y la aplicaron a sus vidas, dando origen así a este tipo amor. CARACTERÍSTICAS: Estas son, principalmente la humildad, cortesía, adulterio y religión de amor. Sumadas a estas cabe mencionar también cierto deje de utopía y desinterés, ya que el amante, el noble caballero no busca como fin primordial o último conseguir que su amor sea correspondido, sino que se conforma con el sólo hecho de adular y exaltar a su dama sin exigirle nada a cambio. Al mencionarse el término “Religión de amor”, se hace referencia a la 16 adulación y casi devoción que el amante muestra hacia su dama que llega casi a ser como la adoración a Dios o a cualquier otro tipo de dioses o imágenes religiosas, es decir, la dama pasa a ser una especie de especie sagrada a la hora de amar. En muchos relatos que cuentan asombrosas historias acerca de las hazañas de los caballeros en honor a sus damas, se pone de manifiesto quizás hasta la poca honorabilidad de estos y su enorme deseo de satisfacer a la dama, teniendo como meta más que una reciprocidad amorosa una pequeña conquista o lograr aunque sea una mínima “admiración” de la dama. El caballero, si es necesario, vivirá grandes proezas y aventuras. El amor cortesano es sufrido ya que para conseguir que realmente se viva como tal debe pasar por una serie de “ritos”. El caballero debe sufrir, debe luchar realmente por esa dama si la ama verdaderamente. El amor por dolor, sufrido, es el instrumento de perfección espiritual, es el estado en el cual los amantes alcanzan una felicidad plena. LA MUJER, SU IMAGEN Y SU POSTURA FEUDALISTA. La mujer en el Medievo pasó por varias concepciones: •Inicialmente se la veía como el vivo reflejo de Eva, por lo cual era un tanto despreciada, vista como culpable y pecadora, como la responsable de todo lo malo que se vivía en el mundo. •Se instaura en la sociedad la imagen de María, la madre de Dios, la virgen, como el modelo a seguir para las doncellas y religiosas, por lo cual la imagen femenina pasa a ser un tanto idealizada. Sin embargo, si bien ya no se le desprecia, no se le liga directamente a María. Esto se explica debido a que el culto Mariano entiende la imagen de María no como una mujer en sí, como todas las mujeres, como un género femenino, sino más bien como una “madre virgen”, es decir, no es mujer, sino solo la madre de Jesucristo y por lo tanto no evita o no borra todo lo que se dijo de las féminas anteriormente. •Aparece una tercera imagen a la que se vincula el tema de la redimensión de los pecados, esta es la de Magdalena. La imagen de la mujer se hace un poco más “real” ya que si bien es pecadora, finalmente es salvada. Por otra parte, su participación en el amor cortes en sí, es un tanto pasiva. No es la dama o doncella quien tiene que hacer algo por conseguir a su amigo, no es ella la que debe cortejar o conquistar. Su participación si bien es pasiva durante el proceso de conquista, toma una importancia magna a la hora de decidir. Por supuesto es ella quien da una respuesta al caballero. Decisión, evidentemente, que el caballero debe aceptar y acatar. Es por esta sumisión, que la relación dama-caballero se compara a la que se vive en el feudalismo entre señor-vasallo. La mujer adquiere esta “personificación” solo en el amor cortés y no bajo el marco del matrimonio, estado en el que se revierten los papeles y la mujer pasa a ser una especie de posesión del caballero: este es el señor y la dama es su vasalla. El amor cortés se vive por consiguiente bajo el alero del adulterio y lo mas “anecdótico”, no es condenado ni penado de sobremanera como tal vez podría imaginarse. Respecto de esto se puede afirmar que “cualquier idealización de amor sexual, en una sociedad donde el matrimonio es puramente utilitarista, 17 12. Retórica y poética: los géneros. Hemos visto la importancia de que, en el Medievo, existiera una lengua común, el latín, identificado automáticamente con el estudio de la grammatica. En la Alta Edad Media, sólo se conoció un tratado ciceroniano de juventud, el De inventione o Rhetorica vetus, incorporado a dos enciclopedias medievales: las Etymologiae de san Isidoro y el Trésor o Libro del Tesoro de Brunetto Latini. Ambas se tradujeron. Durante su estancia en Portugal, Alfonso de Cartagena volvió a traducir el De inventione. En latín gracias a Boecio, circularon los Topica ciceronianos; sin embargo, para los grandes tratados retóricos, hubo que esperar a su recuperación y difusión entre los siglos XIV-XV. También de común conocimiento fue un tratado anónimo que, por aquellos años, se le adjudicaba a Cicerón: la Rhetorica ad Herennium o Rhetorica nova, recuperada para la cultura europea por el Prerrenacimiento del siglo XII y romanceada por Enrique de Villena en una traducción hoy perdida. Al fin del Medievo, la novedad fue la Institutio oratoria de Quintiliano. Con todo, sí parece claro que el redescubrimiento de Quintiliano y del De oratore de Cicerón forma parte de algo que es diferente de las tradiciones preceptivas medievales. De estos dos hallazgos, Quintiliano es con mucho el más destacado, por cuanto la Institutio oratoria sirvió para reformar la educación, así como de apoyo para los estudios literarios, al tiempo que ponía de relieve los aspectos morales de la actividad cívica. Se siguieron escribiendo manuales de dictamen durante un siglo más; hasta el siglo XVII, con Fenelon, no hubo ninguna ruptura importante en la teoría de la predicación. El ars metrica medieval fue la primera en ser reemplazada, aunque en realidad se había ido a pique ya en el siglo XIV y nunca había tenido mucha aceptación. En cierto sentido, ninguno de los tres géneros retóricos medievales principales desapareció por completo. Este panorama se complementa con los apuntes teóricos, gramaticales y retóricos, de Donato y Prisciano, y las reflexiones sobre el ejercicio poético de la Epistula ad Pisones de Horacio. Resta decir que, frente a una crítica que, arrastrada por prejuicios infundados, sostenía la singularidad de España, Faulhaber probó que la Península compartió dicho canon retórico; es más, tuvo el complemento de unos cuantos títulos redactados por teóricos locales. En la sección dedicada a los tratados hispánicos, se corrige a Menéndez Pelayo: Pero el distinguido polígrafo, que tan bien conocía las retóricas latinas escritas en España en el s. XVI, se equivocó bajo dos aspectos al hablar de la Edad Media. En primer lugar no se utilizaba, ni en España ni en ningún otro lugar, a Quintiliano como fuente de doctrina retórica hasta bien entrado el s. XV. Las fuentes clásicas para la retórica medieval son el De inventione de Cicerón y la Rhetorica ad C. Herennium, atribuida con unanimidad a Cicerón durante toda la Edad Media. Más grave es el otro error de D. Marcelino de que España no produjera retóricas propias en la Edad Media. Este aserto sólo puede ser fruto de un desconocimiento casi absoluto de los manuscritos hispanolatinos. Hay artes praedicandi, artes dictandi, artes rithmici y artes poetriae. 20 Conviene precisar que, gracias a ellas, se comprueba cómo la E. Media no sólo hizo las veces de receptora de la retórica clásica, pues aportó su propia relación de títulos y animó nuevos géneros o subgéneros retóricos. Junto al tratado de retórica general, surgieron las artes predicatorias (artes praedicandi), que enseñaban a organizar un sermón, y las artes apistolares (artes dictaminis o artes dictandi), que mostraban cómo escribir cartas. Tenían un carácter marcadamente utilitario, otras como las artes para versificar (artes poetriae, artes rithmici o artes metricae) pertenecían al ámbito de la pura literatura. Entre los tratadistas más famosos, los hubo vinculados a Francia y a Italia. Varios de los títulos fueron redactados por españoles. Las nuevas artes no rompieron con una tradición de varios siglos, aunque se hicieron eco de la renovación experimentada por la epístola desde los años de Petrarca, como indican Gonzalo Pontón y Teresa Jiménez Calvente: Con la imprenta, llegaron también las ediciones de los epistolarios de los clásicos. Entre ellos, el autor de más éxito fue Cicerón. De entre los epistolarios griegos, gozaron de gran fama las cartas apócrifas de Fálaris y las epístolas de Platón. Con todo, como en la Antigüedad no hubo tratados sobre la composición de epístolas que sirviesen de modelo, estos nuevos maestros de epistolografía conservaron la estructura de las denostadas artes dictaminis. Junto a las artes de poesía de las que tenemos noticia, son elocuentes las rúbricas que introducen los poemas en los cancioneros; en ellas, se despliega ante nuestros ojos el arte de la poesía castellana medieval en toda su riqueza; en ellas, se percibe la alta conciencia poética del artista y su conocimiento del código literario que maneja. La observancia de unos determinados principios creadores es más fácil de determinar cuando existen poéticas escritas. Un manual para versificar, esta vez sí, es lo que ofrecen en su mayoría los tratados para trovadores redactados por preceptistas de la Corona de Aragón. El panorama, perfectamente cuajado, de la teoría literaria en la Corona de Aragón tiene una correspondencia comparativamente menor en Castilla. Lo conocido forma un conjunto relativamente rico, aun cuando en el camino se han quedado, de seguro, muchos testigos. Este conjunto revela una clara conciencia literaria, especialmente en el verso, que sirve de unas categorías y un metalenguaje específicos, ya se trate de obras narrativas en cuaderna vía como, y sobre todo, de textos poéticos trovadorescos. En el caso de la prosa, fuera de la preceptiva relativa a la epístola y el discurso, géneros que irán cobrando importancia al final del Medievo, contamos con escasos apuntes de orden teórico; no obstante, el estudio contrastivo de los textos conservados permite reconstruir cada una de las poéticas parciales y la poética medieval en su conjunto. Bien se trate de obras en prosa o de textos poéticos, el medievalista procura establecer un panorama coherente y trabado. 21 13. Humanismo y prerrenacimiento En la taxonomía al uso, el milenio aproximado que abarca la Edad Media se segmenta en prerrenacimientos que anuncian el Renacimiento del siglo XVI. En ese proceso hubo: épocas realmente dinámicas y momentos de postración profunda. La primera gran empresa de esa índole fue la acometida por Carlomagno y sus sabios de Aquisgrán, ya que gracias a ellos se recuperaron numerosos clásicos latinos, mejoró la calidad del latín y hasta se desarrolló una letra que recuperaba la belleza de la usada en el mundo antiguo: la carolina o carolingia. En nuestra tierra, la impronta de este primer gran Prerrenacimiento se percibe en la actividad cultural de algunos de nuestros primitivos cenobios. La historia de nuestras bibliotecas arranca con los fondos de centros monásticos como San Zoilo de Armelata o Liébana. Posteriores son otras colecciones de mayor importancia, como las de los monasterios de Santo Domingo de Silos, San Millán de la Cogolla, San Salvador de Oña, San Pedro de Arlanza o San Pedro de Cardeña. En la Corona de Aragón hubo también monasterios con amplias colecciones, como las de San Cugat del Vallés, Montserrat y, sobre todo, Ripoll, que tenía más de doscientos códices de mediados del siglo XI. El segundo renacimiento medieval es el Prerrenacimiento del siglo XII, que, en el mítico libro de Haskins, abarca desde la segunda mitad del siglo XI hasta la primera del siglo XIII y tiene su centro de irradiación en París. Todos los campos del saber se beneficiaron de la existencia de un medio propicio (la universidad), de un método adecuado (la escolástica) y de la difusión de los clásicos en copias ejecutadas en un nuevo tipo de letra: la gótica. Destacaban Bolonia, por sus estudios de Derecho, Salerno por los de Medicina, y París por los de Filosofía; hubo, ciudades famosas por su actividad cultural, como Chartres, con sus estudios neoplatónicos, y Toledo, con la denominada Escuela de Traductores de Toledo. La nómina de los intelectuales de esta época no puede ser más ilustre, con Chartres, Guillermo de Conches o Juan de Salisbury; en España, es el siglo del hispanomusulmán Averroes (cuyo aristotelismo acuñó la teoría de la doble verdad, la de la razón y la de la fe) y la del hispanojudío Maimónides, cuyo Moré Nebuchim (Guía de descarriados) se tradujo al castellano en el siglo XV. Durante toda la primera mitad del siglo XII, el centro intelectual de mayor vida se encuentra en las escuelas de Chartres. Por fin, el temprano Renacimiento es el de la Italia del Trecento, cimentado sobra la labor del círculo de prehumanistas de Padua, contemporáneos de Dante Alighieri, y las figuras señeras de Petrarca y Boccaccio. La aportación de estos intelectuales fue decisiva para recuperar la cultura antigua: buscaron y encontraron manuscritos de autores y obras desconocidos o conocidos de forma fragmentaria; reivindicaron géneros característicos de la Antigüedad, como la epístola, el diálogo o el discurso; se esforzaron por escribir y hablar en un latín clasicista, a la vez que ensalzaron la lengua patria por su ilustre raigambre; iniciaron una labor de recuperación de la lengua griega, que sólo se afianzaría durante el siglo XV. Destaca la figura de Petrarca como guía de las generaciones venideras: con su obra latina y luego con sus versos vernáculos. Igualmente, fue por su labor erudita, como filólogo y bibliófilo, aupado sobre sus formidables hallazgos: Petrarca supervisó a preparación de un manuscrito de Virgilio para su padre hacia 1325. Reunió, asimismo, en un volumen el texto más completo de Ab urbe condita de Tito Livio, sobra la base de un manuscrito de 1200 que contenía la tercera década, al que fue añadiendo piezas diversas. Esos fueron algunos de los muchos logros de un siglo que desembocó en el fascinante Quattrocento italiano, que empapó al resto de Europa en cultura clásica y llevó a superar el 22 y Synagoga me parece todavía ser representada en el Auto por el contraste entre los reyes magos y el primer rabino, cuya ceguedad ante las profecías (cpse. Spector 1982: 335) es condenada por su colega: [Herodes] Pus catad, dezid me la vertad, si es aquel omne nacido, que estos tres rees m'an dicho. Di, rabí, la vertad, si tú lo as sabido. [El rabí] Por veras voló digo que no lo fallo escripto. [Otro rabí] ¡Hamihalá, cúmo eres enartado! ¿Por qué eres rabí clamado? Non entendes las profecías, las que nos dixo Jeremías El segundo rabino, en cambio, no es el equivalente de Synagoga del mismo modo que el primero. Representa a Synagoga, sí, pero una Synagoga muy distinta. Parece vislumbrar la verdad sin ser capaz de comprenderla claramente: [Rabí 2°] ¡Par mi lei, nos somos erados! ¿Por qué non somos acordados? ¿Por qué non dezimos vertad? [Rabí Iº] lo non la sé, par caridad. [Rabí 2º] Porque no la avernos usada, ni en nostras vocas es falada. Representa, por lo tanto, otro aspecto de la tradición ideológica e iconográfica de Synagoga, un aspecto que contrasta nítidamente con la intolerancia creciente para con el judaísmo. Hubo en efecto una curiosa ambivalencia en la actitud de la Europa cristiana del siglo XII frente al judaísmo. Se hizo cada vez más frecuente la representación de Synagoga con los ojos vendados, rechazada por una Ecclesia que se ve coronada por Jesucristo. La teología del siglo XII, e incluso la base conceptual de los sacramentos, atribuye sin embargo al Antiguo Testamento una importancia aumentada; y en la iconografía la intolerancia se ve contrapesada de la nueva tradición de Concordia, en la cual Jesucristo quita la venda a Synagoga, y ésta, arrepentida, reconoce la existencia de una verdad superior. La tradición de Concordia se manifiesta en la enseñanza conciliadora de San Bernardo de Clairvaux; en el Ludus de Antichristo, compuesto hacia 1160 para ser representado en la corte imperial de Federico Barbarossa, en el cual unos profetas del Antiguo Testamento quitan la venda de los ojos de Synagoga y ella condena a Anticristo (Wright 1967); y en la metafísica de Suger de Saint-Denis. Una de sus manifestaciones más claras en las artes plásticas es la ventana de Suger en la iglesia de la abadía de Saint-Denis: el primer medallón de la ventana muestra a Jesucristo coronando a Ecclesia con la mano derecha mientras que la mano izquierda quita la venda a 25 Synagoga. Suger murió en 1151, y su ventana pertenece a la última etapa de su vida - casi contemporánea, pues, con Bernardo de Clairvaux (muerto en 1153), con el Ludus de Antichristo, y, si aceptamos la fecha propuesta por Ramón Menéndez Pidal, con el Auto de los reyes magos. La lengua del Auto parece en efecto confirmar una fecha de la segunda mitad del siglo XII, y tal vez poco después de 1150. Recordemos que el rabino segundo vislumbra la verdad sin ser capaz de comprenderla plenamente: "¿Por qué non dezimos vertad? [...] Porque no la avernos usada/ni en nostras vocas es falada." Es el equivalente dramático de la Synagoga iconográfica de Suger, o el equivalente castellano de la Synagoga del Ludus de Antichristo. El Auto de los reyes magos es, a pesar de su brevedad, una obra tan compleja, tan fina, que no se explica fácilmente por una sola causa histórica o cultural. La explicación será probablemente múltiple, como los rasgos más importantes, más innovadores, de la obra misma. Dice Ronald E. Surtz (1983: 17) acertadamente de la escena final: 'Tal actitud polémica cobra un significado especial en el contexto histórico del Toledo, del siglo XII en que convivían cristianos, judíos y musulmanes." La tradición de Concordia tendría igual importancia para el Toledo de aquella época. Pero Toledo no era sólo una ciudad de tres creencias. Era un centro intelectual de suma importancia para la Europa occidental, una ciudad a la cual acudían eruditos de varios países (es inevitable que pensemos en la controversia sobre el origen nacional del autor del Auto), y una ciudad cuya catedral parece haber tenido una escuela de alta categoría (Russell 1947) - recuérdese que el desarrollo de las escuelas de las catedrales contribuyó fundamentalmente al renacimiento del siglo XII. (Si Hilty, 1981, tiene razón no sólo en cuanto al origen riojano del autor sino en su hipótesis de que el Auto se habrá compuesto "en San Millán o en otro monasterio riojano" - p. 301 - será lógico concluir que tanto los grandes monasterios del camino francés como la escuela de la catedral de Toledo podían criar a un dramaturgo al corriente del Renacimiento del siglo XII y a un público capaz de comprenderle.) El conflicto entre la nueva erudición y la antigua, y los debates sobre la autoridad, son importantísimos en la vida intelectual del siglo - y desde luego, en el Auto de los reyes magos. Tanto por su preocupación con las controversias intelectuales de la época como por su última escena que combina la censura de una Synagoga que se obstina en su ceguedad con la tradición más tolerante de Concordia, el Auto refleja las comentes intelectuales de mediados del siglo XII. Como la Escuela de Traductores de Toledo, cuyos miembros habrían muy posiblemente asistido a la representación de la obra en la Catedral, el Auto de los reyes magos pertenece plenamente al renacimiento europeo del siglo XII. Cantar del mio cid Contexto: Se encontró a finales del S.XVIII en un convento de Vivar pero incompleto, le falta el comienzo (1 hoja) y un par de hojas por medio. Está firmado por Per Abbat en el mes de mayo pero solo lo copia. Hay problemas para afirmar el año de su creación: En el manuscrito aparece 1245 años (esto es de la era hispánica con lo que se restan y queda 1207) Pero como en la c (está en números romanos) hay una ralladura, puede que hubiera tres c y entonces fuera de 1307. Pidal propone la fecha 1140 por unos versos donde dice “Hoy los reyes de España son parientes del Cid”. Además dice que tiene que ser obra de dos juglares porque son distintos estilos, con lo que retrasa la fecha dejándola en 1105. Realismo y hechos sobrenaturales: Un realismo que también se apoya en detalles; sin embargo existen desviaciones importantes: -El nombre de las hijas, se llaman María y Cristina en la realidad. -Álvaro Fáñez se supone que no le acompaña hasta el final de sus vidas realmente. -Cuando el destierro del Cid se supone que sus hijas tienen días y, que a los tres años ya están casadas. -Es ficticio la boda con los infantes de Carrión y la paliza. 26 -El Cid sufre dos destierros realmente. -Los hechos se reducen a cinco o seis años, siendo unos trece. La gran diferencia entre la historia y el cantar es la figura del Cid ya que no era tan bondadoso, ni generoso… etc. El cantar es una obra artística y no histórica, de ahí los cambios. Se le puede conceder un realismo en la representación de los caracteres, ya que cuando hablan son muy creíbles y naturales. En cuanto al realismo, está la referencia constante que se hace hacia cosas materiales: dice el número exacto de lo que gana, de caballos, como reparten… etc. Hay tendencia a detallar con números, aunque exageran muertes. Destacan hechos sobrenaturales como el arcángel Gabriel pero en sueños para que quede salvaguardado el realismo. Estructura: Pidal divide la historia en tres; destierro, bodas y afrentas. El segundo cantar es donde hay comienzo y fin (pero eso se delimitó así). Como tiene comienzo, se piensa que es el principio, que después iría el primero y luego el último. Aunque Pidal dice que el primer cantar es el origen porque es más histórico y los otros, una adicción posterior. Para otros, la estructura está basada en el contenido. La primera hasta la toma de Valencia y la tercera es como más afectiva. Tema: El tema en general es la honra. Cuando al Cid le destierran pierde la honra y lo que hace es intentar recuperarla, lo consigue al tomar Valencia, pero la pierde de nuevo por lo que ocurre con sus hijas, aunque al final la recupera y con creces. Interpretaciones: -Entre los contenidos ideológicos, se encuentra el espíritu democrático, aunque el Cid es de baja nobleza como que sube de “nivel” pero se puede ver por el contrario que hace lo que le dicen, ya que está todo estructurado. -También se ha visto la obra como “contra los nobles” por la humillación de los infantes de Carrión, aunque tampoco sería eso, porque realmente solo se mete con esos dos. -También hay una interpretación burguesa, ya que estos no los ayudan. -Hay una defensa del derecho público sobre el privado, ya que manda a sus hombres para humillar a los infantes, no los pide matar, se ajusta a cauces legales. -También se ve una relación con el mundo burgués donde el dinero permite un acceso legal. -Se cree que el Cid fue desterrado porque el rey le mandó a cobrar unos tributos y él se quedó con parte. -Se ha visto cierto enfrentamiento entre Castilla y León. -Se ve la obra en época franquista como una obra para la unión de España. -Algunos ven la obra como una cruzada contra los musulmanes. -Algunos ven anti judaísmo y antisemitismo (se basan para ello en el episodio de las arcas). Métrica: Rima asonante con imperfecciones. Los versos son de diez a veinte sílabas. Hay tendencia a los de catorce y dieciséis. Hay que tener en cuenta la cesura. Este carácter variable hace que se piensen que hay errores de transmisión, otros dicen que hay cláusulas rítmicas y que al leer de ritmo regular. También hay una cosa importante: La e paradójica; por ejemplo había-habíae Se añadía a las palabras para tener rima asonante. Así que Pidal expone que como en algunas hay e y en otras no, resulta que restituyó las e en las que faltaba. 27
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