¡Descarga (UCM) introduccion a la antropologia social y cultural -> EL PAPEL DE LA MUJER EN LOS INICIOS DEL T y más Apuntes en PDF de Trabajo Social solo en Docsity! EL PAPEL DE LA MUJER EN LOS INICIOS DEL TRABAJO SOCIAL Los hombres del siglo XIX europeo intentaron poner freno al ascendente poder de las mujeres: “a las mujeres se les atribuirá las desgracias de aquélla y de éstas y no sólo se las encerrará en casa y se las excluirá de ciertos campos de actividad (creación artística y literaria, política, historia...) sino que también se canalizará su energía hacia el ámbito doméstico revalorizado e incluso hacia lo social doméstico.” Antiguamente, se consideraba que la Caridad era el deber de las cristianas, y era lo que sacaba a las mujeres de sus casas: visitas a los pobres, presos y enfermos. La amplitud de los problemas sociales del siglo XIX convierte este empleo en exigencia. Católicas y protestantes exhortan a las mujeres del mundo a hacerse cargo de la situación material y moral de los más desprotegidos. Cada vez más eran las asociaciones que solicitaban sus esfuerzos, especialmente de mujeres solteras y/o viudas ya que se temía que el ocio las volviera “agrias”. A partir de 1836, la Reinish Westfalian Association of Deaconesses forma enfermeras de mano de obra caritativa en hospitales, asilos, casas-cuna, etc. En todo Occidente surge el movimiento denominado “Maternidad social”. Se trataba de un movimiento de fondo, que se vio acelerado por las epidemias, las guerras y sus heridos, crisis económicas y sus desocupados y que se vio aún más amplificado por los problemas urbanos: alcoholismo, tuberculosis y prostitución. Las mujeres que se encargaban de estos problemas sociales, no recibían ninguna retribución económica ya que se consideraba que era un “trabajo de amor” y que el cuidado de la Ciudad era como el de la casa, gratuito. La filantropía ayudó a la inserción pública de la mujer: se iniciaron en la asociación, en el marco de agrupaciones mixtas (bajo dirección masculina) y posteriormente en agrupaciones femeninas que terminaron por tomar en sus manos. Las mujeres, apoyadas ante todo en una élite aristocrática (expresión distinguida de la clase ociosa), a medida que se multiplicaban las asociaciones, se arrastraban a un público de clase media preocupadas por difundir sus preceptos de economía doméstica a través de la beneficencia. 1 Al comienzo se trata de “hacer caridad” por las obras, posteriormente de una vasta empresa de moralización y de higiene. La recolección de fondos va desde las limosnas recogidas en el entorno y en el vecindario, a los millones reunidos en las ventas de Caridad. La visita a domicilio, destinada a la localización de los “buenos pobres” se vuelve encuesta, biográfica y familiar, cuyos documentos se apilan en la sede de las asociaciones formando un verdadero archivo de pobreza. De esta manera, las mujeres adquieren un saber social y una familiaridad con este campo rayando la profesionalidad. A partir de este momento los pobres son objeto de seguimiento y encuadernamiento, pues se trata de cambiar sus hábitos (que se consideraba la raíz de sus males) y de restaurar familias desestructuradas. Más que los hospitales o las prisiones, el domicilio predilecto de las mujeres era el de la familia y sobretodo el de la pareja madre-hijo. A través de las amas de casa se esperaba luchar contra el alcoholismo de los maridos y el vagabundeo de los niños. Existieron dos figuras que suscitaron un gran número de protestas por la condición en la que se puso a las mujeres. Estas figuras fueron: las trabajadoras a domicilio y las prostitutas. Las norteamericanas organizaron ligas sociales de compradores. Henriette Jean Bruhnes, introduce en Francia, para responsabilizar a los clientes, una acción que se basaba en reducir las exigencias de los compradores o en que los compradores programaran mejor sus compras, con el objetivo de que las obreras de los talleres de costura o de moda no tuvieran prolongadas vigilias que las agotaban y las obligaban a trabajar por la noche. Esta acción recibió duras críticas por parte de los economistas liberales ya que las mujeres interferían en las leyes de mercado y pretendían reglamentar la producción y esto siempre había sido un privilegio viril.
